“Estas son las ordenanzas que darás a Israel: Si compras un esclavo hebreo, este podrá estar a tu servicio por no más de seis años. El séptimo año ponlo en libertad, y no te deberá nada por su libertad. Si estaba soltero cuando pasó a ser tu esclavo, saldrá soltero; pero si ya estaba casado antes de ser tu esclavo, entonces su esposa tendrá que ser liberada junto con él. Si el amo le dio una esposa mientras era esclavo, y tuvieron hijos o hijas, entonces solo el hombre saldrá libre el séptimo año, pero su esposa e hijos seguirán siendo propiedad del amo. Sin embargo, el esclavo puede declarar: “Yo amo a mi señor, a mi esposa y a mis hijos; no quiero ser libre”. Si decide quedarse, el amo lo presentará delante de Dios. Luego el amo lo llevará a la puerta o al marco de la puerta y públicamente le perforará la oreja con un punzón. Después de esto, el esclavo servirá a su amo de por vida.” Éxodo 21:1-6
El siervo de la oreja perforada era conocido en la sociedad de sus días como alguien que era siervo por decisión propia. Adonde sea que fuera, aquella oreja perforada atraería la atención de los demás.
Pensando en eso, me viene a la memoria la tribu Masáis, en la que vemos a muchos hombres con la oreja perforada, fruto de un expansor que ya no usan más en sus orejas. ¡Podemos decir que es prácticamente imposible no notar la perforación que hay en sus orejas!
Y eso nos hace pensar en el siervo que, por amor, perforaba su oreja en una actitud de entrega permanente. En cualquier lugar donde llegara, las personas sabrían inmediatamente que era un siervo que decidió ser siervo, cuando no tenía la obligación de serlo.
Aunque, por derecho de compra (por la Redención), el Señor Jesús sea nuestro propietario, Él no impone Su señorío sobre nuestras vidas. Todos fuimos liberados por Él de la esclavitud (Gálatas 4:7), pero podemos asumir voluntariamente esa posición por amor (y, de hecho, ¡es eso lo que Dios espera de nosotros!).
Vamos a pensar un poco más al respecto del siervo de la oreja perforada. Durante seis años, sirvió a su señor, sabiendo que en el séptimo año estaría libre. ¿Cuántos son aquellos que, en las mismas condiciones, ya estarían contando los días para celebrar su libertad con una gran fiesta? Es el tipo de pensamiento más natural que muchos podrían tener.
Lo que no es común es la idea de que deseemos ser siervos sin que sea obligatorio. Pero, ese concepto de servir sin que sea obligatorio es exactamente lo que Dios está buscando. Personas que Lo sirvan por amor, y no por obligación, miedo o interés personal.
La única razón para que alguien permanezca siendo siervo después de los seis años de servidumbre sería hacerlo por amor.
El texto bíblico dice: “Sin embargo, el esclavo puede declarar: Yo amo a mi señor, a mi esposa y a mis hijos; no quiero ser libre”. Note que, aunque el hecho de que tenga familia (mujer e hijos, que no podrían acompañar al siervo al ser liberado) sea mencionado, la expresión “amo a mi señor” es lo que venía en primer lugar. La decisión partía de un sentimiento que, por encima de todo, involucraba al señor de aquel siervo.
El Señor Jesús conquistó el derecho legal de ser nuestro Dueño, Amo y Señor. No obstante, prefiere no usar ese derecho como un conquistador de nuestras vidas. Prefiere que, cuando la libertad nos es ofrecida, elijamos servirlo, por libre y espontánea voluntad. El siervo de la oreja perforada no permanecería con su señor por obligación, sino por amor, pues, a diferencia de Satanás, que oprime a sus esclavos, ¡Dios ama y respeta profundamente a los que Lo sirven!