Parece que sucedió hace poco.
Parece que todo lo que usted construyó durante gran parte de su vida fue destruido, así como el castillo de cartas derribado cuando se retira su base.
Parece que su todo ahora es nada.
Parece, porque es como se siente.
Es una metáfora, como mucho una comparación, aun así, usted ve toda la situación como el centro de un agujero negro intergaláctico, porque aún revuelve las escenas vividas hace poco tiempo.
Entonces su “parece” de hecho se vuelve lo que imagina… Un tifón, una tormenta, un desastre de la naturaleza que se revela en su contra.
Sin embargo, un día usted lee el periódico sobre un descubrimiento que indica la existencia de millones de planetas, que hay estrellas y constelaciones jamás vistas por el hombre, que la Vía Láctea está “pintada” de blanco nieve… Y cuando usted piensa en admirar, se desanima nuevamente.
Otro día, usted prende la televisión y se encuentra con un científico que explica la evidencia de un planeta dos veces mayor que la Tierra hecho de diamantes. Sin embargo, usted no entiende la noticia, lo deja hablando solo y cambia de canal. Sus dedos hacen zapping de un lado a otro y no encuentra nada, porque, en realidad, su cuerpo está a gusto sobre el sofá, pero la mente está atrapada en la entropía generalizada en que se encuentra su vida…
Y no sirve de nada decirle que el Universo no tiene principio ni fin, y por eso es ilimitado. O que posee millones de millones de galaxias. O un número de estrellas diez veces mayor que los granos de arena de la playa. Que posee planetas (hasta ahora descubiertos) 20 mayores que el tamaño de su Tierra… Porque, aun así, el problema que enfrenta parece ser mayor y más profundo que todo eso.
Sin embargo, deténgase a pensar: si el Universo, con toda su magnitud, es “solo” una creación de Dios, imagine lo que es su problema cerca del Creador…
¿Todavía tiene motivos para creer que es limitado?