El afecto, el cariño, el abrazo. ¿Cuánto vale todo eso?
Despertar, levantar, hablar, abrazar. Ese olorcito a café, la televisión prendida, noticias en la mañana, la corrida de dejar todo en orden antes de salir al desorden. Auto, tránsito, estrés, más corrida, la falta de educación de los conductores, de los peatones. Todo parece tan común, pero nos olvidamos que todo es vital.
Cada día nos pone en un estado de inercia, de espectador de todo. Pensamos siempre que tenemos que llamar a ese amigo con quien hace tiempo no hablamos, pasar por la casa de un pariente, darle un abrazo, hablar de cualquier cosa dejando de lado todos los problemas y situaciones complicadas.
Pero ¿cuándo llegamos a poner todo eso en práctica?
Las dificultades y el correr de la vida parece que son más fuertes y mayores que cualquier sentimiento que deba ser regado diariamente. Agarrar el teléfono y hacer una simple llamada se convirtió en un gigante a enfrentar. Por eso es que muchos le dan lugar, cada vez más, a relaciones frías y estáticas vía online, engañándose, al pensar que pueden suplirla con una relación virtual.
Pare y piense
¿Cuál es el valor de su casa? ¿y de sus seres queridos? ¿Qué valor tiene aquel abrazo acogedor de sus padres? Y ese olorcito a torta en la casa de la abuela.
Valorar eso es casi una obligación en este mundo que día a día parece más caótico, frío y sin amor.
Haga su parte. Valore a quien está a su lado. Sorprenda con un abrazo, con un llamado, con su presencia.
Agradezca por lo que tiene: una casa, una cama, sustento, trabajo. Mire a quien aun está vivo a su lado. Fíjese cuánto precisa de usted y no cruce los brazos. Dispóngase, dese, aunque no sea recíproco.
“Ahora permanecen la fe, la esperanza y el amor, estos tres; pero el mayor de ellos es el amor.” 1 Corintios 13:13
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