La Biblia dice, en Apocalipsis 3:12:
«Al vencedor le haré una columna en el Templo de Mi Dios, y nunca más saldrá de allí; escribiré sobre él el nombre de Mi Dios, y el nombre de la ciudad de Mi Dios, la nueva Jerusalén, que desciende del Cielo de Mi Dios, y Mi nombre nuevo».
Pero eso está reservado solo para los vencedores.
Tenemos que vencer, y la victoria que Dios quiere de nosotros es la Salvación de nuestra alma, porque el Señor Jesús hizo Su parte. Él pagó un precio altísimo para que pudiéramos servirlo por toda la eternidad y prometió hacernos columnas del Templo de nuestro Dios. Ahora bien, para estar permanentemente en Su presencia, tenemos que, primeramente, vencer nuestra carne, nuestro «yo», nuestro egoísmo, los deseos y las codicias de nuestro corazón.
En segundo lugar, tenemos que vencer al mundo, porque este tiene sus atractivos, sus propuestas, pero no todos están dispuestos a renunciar a sus deseos y voluntades. Entonces, tenemos que vencer a nuestro «yo», al mundo y, sobre todo, al diablo.
El diablo propone, suscita deseos, voluntades y codicias para que dejemos de servir a Dios y lo sirvamos a él. Eso fue lo que hizo con Jesús, pero el Señor lo venció, no por su poder como Hijo de Dios, sino por Su Palabra. De la misma forma, para vencer, el consejo es que debemos usar la Palabra de Dios.
Cuando surja un pensamiento sucio, debemos usar la Palabra de Dios y alabar al Altísimo, que son las armas eficaces contra los malos pensamientos. Si hacemos eso y nos comunicamos con Él, el diablo huye.
Por lo tanto, todas las veces que pensés algo malo, inmediatamente, adorá a Dios. No tenés la autoridad para evitar que surjan malos pensamientos, pero, si tu pensamiento está en Dios y Su Palabra, tenés la autoridad y el poder que provienen de Él. Siempre y cuando, apoyés tu adoración y alabanza en el nombre del Señor Jesucristo.
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