“Instruye al niño en su camino, y aun cuando fuere viejo no se apartará de él. “Proverbios 22:6
Esa es la misión de la Educación Bíblica Infanto-juvenil (EBI), la “escuelita” de la Iglesia Universal, llamada así cariñosamente.
La EBI, es más que un lugar donde cuidar a los niños que van a la iglesia en compañía de los padres, la EBI ejerce un papel de fundamental importancia en el desarrollo de la Obra de Dios.
Allí se enseña a los niños – con un lenguaje adaptado a su edad – sobre la fe y la importancia de la obediencia a los padres y, sobretodo, a Dios.
Se engaña quien piensa que esta es una tarea fácil. También se engaña quien cree que el papel de la EBI se limita a mantener distraídos a los niños mientras sus papás participan de la reunión. Y aun más, aquellos que creen que el papel de las educadoras se restringe a evitar que los niños “interrumpan” el culto.
El trabajo de las educadoras ha sido formar en esos niños una conciencia y carácter cristianos, ellas dedican gran parte de su tiempo para enseñarles la Palabra de Dios.
En la EBI, los niños tienen la oportunidad y el privilegio que los padres muchas veces no tuvieron, conocer desde temprano la Palabra de Dios y practicarla, pudiendo así, disfrutar sus promesas.
Como consecuencia, los padres son beneficiados. En lugar de hijos rebeldes, desobedientes, problemáticos, llenos de traumas y complejos, tendrán en casa hijos obedientes y temerosos a Dios. Motivos de alegría, no de tristeza.
Al mismo tiempo, también es beneficiada la Obra de Dios porque de allí saldrán nuevos obreros, pastores, esposas de pastores y obispos.
Prueba de eso es que muchas de las educadoras son fruto de ese trabajo. Llegaron siendo niños a la iglesia, frecuentaron la EBI y hoy son obreras y educadoras voluntarias.
Martina (foto) es una de ellas. Aun era una niña cuando llegó a la Iglesia. Sufría, principalmente, por los problemas en su familia ya que su mamá tenía una enfermedad que era incurable. A raíz de eso ella vivía triste y se sentía sola. Por las noches no podía dormir. Y lo que terminó por alejarla de todo, fueron los complejos que surgieron en su interior.
Dios hizo lo imposible y todo cambió. Participando en la EBI, las educadoras le enseñaron a usar la fe y le mostraron el camino a seguir.
“Hoy soy muy feliz, mi mamá fue curada, yo fui liberada de toda la tristeza, de los complejos y puedo dormir tranquilamente.” cuenta feliz y añade “Soy muy feliz siendo educadora. Poder enseñarles a los niños lo mismo que me fue enseñado a mí, llevarlos a tener un encuentro con Dios, realmente un privilegio enorme para mí”.
Hoy, Martina cuenta su testimonio para mostrarle a los niños que, independientemente de las condiciones en que vivan, es posible soñar y proyectar un futuro diferente por medio de la fe.
Capacitación de las voluntarias
Frecuentemente, se realizan reuniones para las educadoras con el objetivo de instruirlas pedagógicamente, consagrarlas espiritualmente y brindarles consejos y orientaciones de cómo llevar a los niños y preadolescentes a la educación cristiana, a través de la Palabra de Dios, de una manera innovadora.