Una familia destruida y una adolescencia marcada por la miseria, por los vicios y por el odio.
Él tenía solo 12 años cuando, por medio de la invitación de uno de los hermanos, probó la marihuana por primera vez. A partir de ese momento, fue solo un paso para llegar a la cocaína.
Para mantener la adicción, comenzó a robar acompañado por su hermano mayor, que también era adicto a las drogas.
La historia de Sócrates Alves, hoy de 38 años, no se diferencia mucho a la de millones de adolescentes que viven en las calles, esclavizados por la miseria y por los vicios.
Su padre era alcohólico y agredía a su madre diariamente. Cada día se involucraba más en la adicción al alcohol, y los hijos, cinco en total, en las drogas. Con la esperanza de un cambio, la familia se hundía en la religiosidad, pero el resultado eran más peleas, más vicios, más agresiones, más miseria. Y odio, mucho odio.
Sócrates odiaba a su padre. Deseaba matarlo ya que no soportaba más presenciar el sufrimiento de su madre.
Un cierto día, él y sus dos hermanos decidieron hacer un asalto, pero las cosas no salieron como lo planearon y el hermano del medio fue asesinado por uno de los hombres de seguridad del lugar. Al regresar a su casa, Sócrates no tuvo coraje para contarle a su madre. Dejó que la policía trajera la noticia “Que noche horrible. Es muy duro recordar todo eso”, lamenta.
Pero el fondo del pozo aun estaba por llegar.
La miseria era tanta que Sócrates llegaba a pasar 3 días sin comer, llegando al punto de desmayarse. Al no lograr pagar el alquiler, sucedió lo inevitable. “Llegó una orden de desalojo y no teníamos dónde ir. Entonces, llegó el camión de Prefectura, se llevó todos los muebles y cada uno se fue por su lado”, recuerda.
La madre, involucrada con otro hombre, se fue, dejando a sus hijos y su marido. Y Sócrates se fue a vivir a un barrio carenciado, con una señora que los ayudaba, llevando a su hermano pequeño con él. El hermano mayor se fue a vivir con amigos y la hermana, con un traficante. La familia estaba completamente dispersada.
En ese lapso de tiempo, Sócrates se entregó a los vicios y a la delincuencia. Lejos de la familia, deseaba la muerte. “Yo quería morir, porque no sabía dónde estaba mi madre. Ya no nos hablábamos entre hermanos, y mi padre se enfermó y murió.”
A los 15 años, Sócrates sufrió una sobredosis.
En otra ocasión, durante una pelea, un ‘amigo’ le puso un arma en la cabeza y apretó el gatillo. Pero el arma no se disparó.
El reencuentro con su madre
Una noche, al no tener donde dormir, el joven se fue a una plaza. Allí, miró hacia el cielo y, con lágrimas en los ojos, habló con un Dios, que no estaba seguro de que existiera. “No sé si existe un Dios en el cielo, pero si existes, por favor, sácame de este mundo, o si no, ayúdame, porque no estoy aguantando más vivir así.”
Una semana después, recibió noticias de su madre a través de una vecina. Ella estaba viviendo en São Caetano do Sul, en ABC Paulista, estaba concurriendo a la Universal y le pedía a Dios por la unión y la transformación de la familia. “Fui hasta donde estaba, y esa misma semana, me fui a vivir con ella.”
El reencuentro con Dios
“Yo pensaba que no iba a llegar a los 18 años. Muchos de mis amigos estaban muriendo en manos de los traficantes, otros estaban en prisión y yo no tenía perspectiva de futuro.
Pero Dios me oyó y me reencontré con mi madre, quien me llevó a la Universal. Eso sucedió hace 24 años, pero me acuerdo como si fuera hoy. En casa, mi madre sintonizó la radio en el programa “Palabra Amiga” del obispo Macedo, él estaba leyendo un pasaje bíblico muy fuerte: ‘Porque así dijo el Alto y Sublime, el que habita la eternidad, y cuyo nombre es el Santo: Yo habito en la altura y la santidad, y con el quebrantado y humilde de espíritu, para hacer vivir el espíritu de los humildes, y para vivificar el corazón de los quebrantados.’ Isaías 57:15. Nunca más me olvidé. Comencé a hacer las cadenas con mi madre. No fue fácil, pero vencí. Dios me sacó del subsuelo del infierno. Hoy estoy casado con una mujer de Dios, soy muy feliz y sigo con ese fuego adentro mío. Sirvo a Dios como pastor en el altar hace 20 años, y voy a vivir el resto de mi vida sirviendo a mi Señor Jesús.”
En estos 20 años haciendo la obra de Dios, el pastor Sócrates y la esposa, Ana Lúcia Alves (foto), además de Brasil, estuvieron en Argentina, Paraguay y, actualmente, están sirviendo a Dios en Uruguay.
Si usted está pasando la misma situación que atravesó Sócrates, busque ayuda en Av. Corrientes 4070, Almagro, o en la Universal más cercana a usted. Haga clic aquí para ver las direcciones en todo el país y el mundo.
[fotos foto=”Thinkstock y cedidas”]
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