“Yo estaba en el Espíritu en el día del Señor, y oí detrás de mí una gran voz como de trompeta…”, (Apocalipsis 1:10).
Toda rama que no da fruto es cortada. Solo permanece en el árbol la rama que da fruto. El Espíritu Santo es la sabia que da vida a la rama. Sin eso, se seca.
Solo estando en Espíritu alguien tiene condiciones de oír y obedecer la Voz de Dios.
¿Y cómo es estar en Espíritu? ¿Es posible estar en Espíritu cuando las condiciones humanas son favorables? ¡No! ¿Es posible vivir en Espíritu mientras la carne saborea los placeres del mundo? ¡No!
¿Cómo, entonces, es posible estar en Espíritu?
1º – Cuando la mente se involucra en la meditación de la Palabra de Dios o cuando los pensamientos son sometidos a los pensamientos del Altísimo;
2º – Cuando el meditar en la Palabra exige renunciar a la visión y a la audición de las cosas de este mundo. Quedar ciego y sordo a todo lo que sucede alrededor. Abstención de internet, televisión, cine, literatura secular y cualquier entretenimiento que distraiga la mente de las cosas del Espíritu.
Ciertamente es difícil. Tanto como es difícil la Salvación del alma.
El Señor Jesús dice: “Entrad por la puerta estrecha (ancha es la puerta, y espacioso el camino que lleva a la perdición, y muchos son los que entran por ella), porque estrecha es la puerta, y angosto el camino que lleva a la vida, y pocos son los que la hallan.”, (Mateo 7:13-14).
Realmente, han sido pocos los que sacrifican la comodidad de la puerta ancha, del camino fácil del reino de este mundo, para garantizar su entrada al Reino de los Cielos por la puerta estrecha. Razón por la cual también son pocos los que han recibido la plenitud del Espíritu Santo.
No hay otra manera, quien quiera pagar el precio para el recibimiento del Espíritu de Dios tiene que sacrificar, tiene que abstenerse de las concupiscencias de la carne.
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