“Mi familia era muy pobre, compartíamos una pieza los doce hermanos. Viajamos a Buenos Aires a probar suerte, mi papá comenzó a trabajar y nosotros quedamos repartidos en distintos lugares. A los 14 años me fui de mi casa porque conocí a una persona que supuestamente tenía todo para brindarme y al poco tiempo nos tuvimos que ir a vivir a un lugar muy precario en el campo. No tenía nada, encima él hacía doble vida, me enteré y le dije que se fuera. Me quedé sola, con mi hijo de casi dos años y embarazada. Trabajaba y solo me alcanzaba para pagar la guardería de mi hijo. Él se enfermó, los médicos le diagnostican desnutrición, yo no sabía que no le daban de comer en la guardería y si dejaba de trabajar, no tenía forma de generar ingresos.
En esos momentos conocí a mi actual marido, me ayudó con mi hijo y nos fuimos a vivir a la casa de su abuela y después quedamos en la calle. Me pasaba lo mismo que a mi mamá. Recuerdo que tuve dos intentos de suicidio porque durante tres años estuvimos así. Llegamos a comer de la basura.
Un día mi esposo escuchó en la radio el programa de la Universal. Yo no quería saber nada porque había intentado de todo y nada funcionaba. Le dije que si quería ir, que fuera, pero yo no iba a ir a ningún lado. Él comenzó a participar y a usar su fe, así consiguió trabajo, compramos un terreno y edificamos nuestra casa. Las enfermedades y los vicios desaparecieron, él tenía vicios de alcohol y droga y había estado preso por robo.
Fuimos saliendo adelante y empecé a acompañarlo, Dios cambó mi mente me dio la visión de trabajar para ayudar a mi esposo. Perseveramos en las cadenas y en la Hoguera Santa y conquistamos la casa, un emprendimiento familiar y vivimos en armonía. Ahora sé que todo lo que nos propongamos saldrá bien porque tenemos la dirección de Dios, Él está con nosotros y nos garantiza la victoria”.
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