“(…) reconoced, pues, con todo vuestro corazón y con toda vuestra alma, que no ha faltado una palabra de todas las buenas palabras que el SEÑOR, vuestro Dios, había dicho de vosotros; todas os han acontecido, no ha faltado ninguna de ellas.”
(Josué 23:14)
Ninguna promesa falló hasta hoy en la vida de aquellos que creen. Ni una sola. Y no será hoy que alguna fallará. Todas las promesas se cumplirán y continuarán cumpliéndose en su vida, siempre que usted se mantenga con su fe en actividad.
Crea, sin dudar. Reclámele a Dios lo que Él prometió. Y confíe en todo momento. Incluso cuando vengan los momentos de una aparente tranquilidad, incluso cuando usted ya haya conquistado la mayor parte de lo que buscó por tanto tiempo, continúe poniendo en práctica su fe como al comienzo.
No se permita enfriarse, no se permita vivir por otra cosa que no sea su fe. Porque está escrito que el justo vivirá por la fe. Es eso lo que Dios espera. Y es su responsabilidad mantener esa llama encendida. Mantener la llama encendida para garantizar el cumplimiento de todas las promesas.
Todas las promesas ya están programadas para cumplirse en la vida de aquel que cree. Pero las promesas solo se cumplirán si la persona permanece en la práctica de la Palabra de Dios y mantiene la comunicación directa con Él.
Aunque usted ya haya alcanzado la mayoría de las promesas, no se olvide: la principal y mayor de todas, solo la recibirá en el final de su vida.
Todas las promesas se cumplen en la vida de aquel que cree. Manténgase firme hasta el fin.
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Fuente: Libro “El Pan nuestro para 365 días”, del obispo Edir Macedo