Sería una noche como cualquier otra para las niñas de un internado en Chibok, noroeste de Nigeria. Sería, pero el terror las visitó. Integrantes armados del grupo radical islámico Boko Haram invadieron el lugar y se llevaron cautivas a más de 200 niñas. En una declaración por video, el líder del grupo, Abubakar Shekau, confirmó que las jóvenes serían vendidas, pues tuvo una revelación divina. “Dios me orientó a venderlas, ellas son propiedad de Él y voy a hacer lo que me pidió.”
La afirmación anterior deja en claro que “en nombre de Dios” muchas atrocidades como esta están siendo cometidas por el mundo. Tal vez, usted diga “Ah, pero esta es una realidad distante a la nuestra.” Pero, si la analizamos profundamente, no es tan así. Porque cuando las mujeres sufren agresiones del marido, sean físicas o verbales, traiciones o abandono, y continúan en esa relación nociva porque la religión profesada dice que es pecado separarse, ¿también no están actuando en nombre de Dios?
¿Qué decir entonces de los casos de prejuicios, discriminación, violencia y exclusión que determinadas instituciones religiosas practican con los que no están dispuestos a vestir una determinada ropa o seguir patrones de comportamiento establecidos por ellas o incluso humillan a los que optan por abandonar la religión de los padres y abrazar una nueva fe? ¿La declaración “nací en esta religión y voy a morir en ella” también no sería una forma de fe ciega?
Para el obispo Edir Macedo, la religiosidad separa a personas, crea roces, divide hogares y parejas. “Ella es la creación satánica más nefasta de la faz de la Tierra. La religión transforma su fe en un territorio privado. El religioso es apasionado y, a veces, incluso fanático, porque usa la fe sin el uso de la inteligencia, de la razón”, explica.
Por eso, es necesario estar atento a estas señales, evitando caer en el error de atribuirle a Dios, que es bueno y misericordioso, actitudes religiosas que nada tienen que ver con Su esencia, sino al contrario, solo vacunan a las personas en Su contra.