Como toda chica del interior, Valdeíza soñaba con vivir en capital, donde podría estudiar y ser alguien en la vida. Y el hecho de tener donde quedarse hacia las cosas aún más fáciles para que su sueño se realizase.
Fue así que Valdeíza dos Santos Reis, con tan solo 9 años de edad, salió de la pequeña ciudad de Borba, en el interior del Amazonas, para vivir con los tíos en la capital, Manaos.
La receptividad de los tíos hizo que la joven se sienta tan cómoda como en su casa. Y lo que le oyó decir a su tío la hizo estar más segura y confiada: “Voy a tratarla como a una hija”.
Sin embargo, las semanas pasaron y la niña comenzó a notar algo diferente en el comportamiento del tío. Todas las noches, él iba hasta su cuarto. Bastaba solo que la esposa se duerma y él ya estaba allí. “La forma en cómo él me miraba y me tocaba me daba miedo”. Asustada, Valdeíza intentaba gritar. Pero él, exigiendo silencio, la sofocaba.
Fueron 7 años de tormento. Cuando terminaba la tarde estaba cargada de pavor y desesperación. Ella ya sabía que, al aproximarse la medianoche, él estaría allí. Él la amenazaba, decía que si le contaba a alguien la expulsaría de la casa y ella se quedaría en la calle. “Él insistía en afirmar que yo dependía de él y que mi cuerpo le pertenecía.” Las amenazas de muerte también eran constantes.
Valdeíza se aisló y las ideas suicidas pasaron por sus pensamientos – un comportamiento típico de alguien que está siendo víctima de abuso. Ella no admitiría más ser tocada por el agresor, aunque fuese para matarla. Ella misma haría el trabajo, lo decidió. Tomó varios remedios, pero lo que consiguió fue una intoxicación por medicamentos.
En el intento de huir del infierno en el que vivía, la adolescente pasó a salir todas las noches. Buscaba en fiestas un alivio para su alma atormentada. Y, como consecuencia, más amenazas, más agresiones.
“Odiaba a mi tío, me odiaba a mí y a mi cuerpo por atraerlo. Oía una voz que me decía que le dé un fin a este sufrimiento y que yo era la culpable de todo eso.”
En más de dos ocasiones Valdeíza intentó suicidarse. “Era insoportable oír que yo le pertenecía.”
Pero una invitación para participar de una reunión en la Universal hizo despertar en la joven un poquito de esperanza. El primer día ya fue invitada también para formar parte de la Fuerza Joven Universal (FJU) y, en cada mensaje, en cada encuentro, aumentaba en ella el deseo de romper el silencio y librarse de aquella prisión.
“Busqué en Dios la salida. En las reuniones aprendí que necesitaba perdonar a mi agresor y librarme de aquel rencor que me corroía por dentro.” Pero más allá de eso, era necesario valentía para irme en ese momento.
Esa valentía surgió el día en el que el abusador decidió consumar de una vez el acto sexual. Allí, indefensa, Valdeíza, en pensamiento, clamó a Dios y el libramiento vino. En aquel momento llegó un familiar y él no pudo consumar el acto.
Decidida a no querer someterse más a las agresiones ella agarró sus cosas y partió a una nueva vida. El apoyo espiritual recibido en la Universal fue imprescindible para la toma de decisión. “Pasé a amarme y me volví una mujer independiente.”
Hoy, a los 25 años, Valdeíza es una mujer sin traumas, feliz y realizada.
Projecto Rahab
En el caso de que usted haya pasado o conozca alguna mujer que sufrió cualquier tipo de trauma, como violencia doméstica, agresiones físicas, abuso sexual o moral, busque el Proyecto Rahab en la Universal más cercana a su casa. Para más información, ingrese aquí.
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