“Al pasar Jesús, vio a un hombre ciego de nacimiento. (…) escupió en tierra, e hizo lodo con la saliva, y untó con el lodo los ojos del ciego, y le dijo: Ve a lavarte en el estanque de Siloé (que traducido es, Enviado). Fue entonces, y se lavó, y regresó viendo.”
Juan 9:1,6-7
Ayudar a una persona humilde es mucho más fácil porque no cuestiona, no reclama, solo obedece. Imagínese la situación de ese ciego. Se acerca a Jesús y Le pide ver; Jesús escupe en el piso, hace barro y lo pasa en los ojos del ciego.
Vamos a imaginarnos la escena por los ojos del orgulloso:
1º- Qué falta de higiene, pasando saliva en los ojos de quien no puede ver, ¡solo lo hace porque él no ve!
2º- ¡Qué maldad con el ciego al mandarlo tan lejos a que se lave los ojos cuando podría curarlo allí mismo!
3º- Él ya era ciego y encima le pone barro en sus ojos, ¡eso es maldad!
Como usted puede ver, ayudar a una persona orgullosa es muy difícil, a pesar de que el orgulloso nunca crea que es orgulloso – e incluso llegue a decir: “Yo solo estoy dando mi opinión”.
¡Pero cuán fácil es ayudar y honrar a una persona humilde!
El ciego no cuestionó, no reclamó, no pidió ayuda para que lo llevara al estanque, no preguntó qué era lo que Jesús estaba poniendo en sus ojos. En fin, solo obedeció y fue curado.
Los humildes heredarán la tierra – fue lo que dijo nuestro Señor Jesús.
Sea humilde, obedezca, persevere y verá la Gloria de Dios en su vida.
Colaboró: Obispo Francisco Decothé