Los cambios sirven para sacarnos de algún lugar o de alguna condición, para traernos algo mejor, en el caso contrario, sería una disminución. También sirven para transformarnos interiormente, agregar conocimiento y ofrecer una oportunidad de comenzar de nuevo.
Que sea un tan deseado cambio de casa o de empleo, un matrimonio o un cambio de actitud. La verdad es que para cualquier transformación es necesaria mucha determinación, pues todo cambio nos llena con lo nuevo y debemos ajustarnos para obtener éxitos.
“Nadie pone remiendo de paño nuevo en vestido viejo; de otra manera, el mismo remiendo nuevo tira de lo viejo, y se hace peor la rotura. Y nadie echa vino nuevo en odres viejos; de otra manera, el vino nuevo rompe los odres, y el vino se derrama, y los odres se pierden; pero el vino nuevo en odres nuevos se ha de echar.” Marcos 2:21-22
A pesar de no siempre estar preparados, principalmente cuando el cambio nos presenta algún desafío – como dejar una posición cómoda en la casa de los padres o en el trabajo, o liberarse de un vicio -, si no se encara todo lo que vendrá con sabiduría, los esfuerzos no valdrán nada.
“El corazón del entendido adquiere sabiduría; y el oído de los sabios busca la ciencia.” Proverbios 18:15
La mayor parte de las veces, el cambio no sucede de un momento a otro, viene de un proceso de entendimiento y adaptación a algo o alguien. Podemos notar el resultado del cambio en nosotros cuando alcanzamos un propósito. El mayor de ellos es aceptar a Jesús y estar en comunión con Dios.
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