¿Quién dijo que sus pecados le impiden llegar a Dios? ¡Mentiras!
Si fuese así, ¿quién llegaría a Él para ser salvo?
Al contrario. Él vino para salvar al perdido y darles vida a los abatidos de espíritu.
¡Él vino justamente para usted, así como vino para mí!
Mientras escribo estas líneas, mi espíritu se alegra con la certeza de que, en el exacto momento en el que usted las lee, el Espíritu de Dios le está tocando de la misma manera como me toca ahora.
¡Aleluya!
“Porque así dice el Alto, el Sublime, que habita la Eternidad, el cual tiene el nombre de Santo: Habito en el Alto y Santo Lugar, pero habito también con el contrito y abatido de espíritu, para vivificar el espíritu de los abatidos y vivificar el corazón de los contritos”. Isaías 57:15
¡Oh! ¡Qué maravilla de promesa!
No es una promesa humana.
¡Sino de Dios!
Sus palabras cargan en sí Su carácter, Su Divinidad, Su Poder, Su Autoridad, en fin, Su AutoExistencia.
Por lo tanto, Él no puede mentir, engañar ni incluso demorarse en el cumplimiento de Su promesa, debido a su situación desesperada.
¡Es para ya!
Usted no está solo ni abandonado a su suerte.
El Espíritu Santo no solo confirma estas palabras, sino que libera su ser de toda influencia maligna.
Sea libre. Levántese y expulse a ese espíritu de postración, porque el Altísimo oyó su clamor.
¡Yo lo (a) bendigo en el Nombre del Señor Jesucristo!