Una madre cuida y protege a su pequeño desde que recibe la noticia de que está esperando un bebé, tanto durante los meses de gestación como durante la infancia ella trata de brindar lo mejor de sí para que su hijo crezca sano y fuerte en un ambiente de paz y amor. Sin embargo, cuando una madre es adicta, la situación es diametralmente opuesta.
Miriam Gramici hoy disfruta de cada día junto a sus hijas, pero hubo un tiempo en que no lograba darles su amor de madre debido a las drogas y el alcohol. “La separación de mis padres me volvió una chica triste y empecé a relacionarme con personas que no me llevaban por buen camino. Tomé cocaína, ácidos y anfetaminas, siempre me automedicaba, mis padres no lo sabían, solo mis amigos. Buscaba algo más porque cuando estaba bajo los efectos de las drogas y el alcohol me olvidaba de lo que me hacía sufrir, pero al volver a mi casa era cada vez peor la situación. Estaba muy sola”, cuenta.
La soledad la llevó a casarse sin amor con tal de que su vida cambiara, pero no fue la mejor decisión. “Cuando comenzaron las peleas, justo me quedé embarazada. Yo seguía consumiendo drogas aun estando embarazada, es más, seguía viviendo como una persona soltera. Fumaba hasta cuatro atados de cigarrillos por día, tomaba, me iba los fines de semana por ahí y dejaba a las nenas solas. Había discusiones cuando estábamos juntos, pero después cada uno hacía su vida. Yo le era infiel y él empezó a drogarse también, ninguno pensaba en las nenas”, agrega Miriam que destaca que las adicciones la habían atrapado y enceguecido al extremo de no pensar en sus propias hijas.
La depresión la hizo depender de medicación psiquiátrica, estuvo a punto de ser internada debido a los intentos de suicidio y porque había intentado matar a su hija mayor. “Un juez me sacó la tenencia de mi hija y no podía estar con ella. En esos momentos perdimos todo, la casa, el auto y vivía de prestado. La medicación psiquiátrica no me hacía efecto porque la tomaba mal y pasaba noches sin dormir mirando un punto fijo, viendo alucinaciones, con miedo, escuchando ruidos y voces, hasta intenté suicidarme. El peor momento fue cuando me sacaron la tenencia de mi hija, pensé que ahí había tocado fondo, pero después volví a caer, con tres hijas seguía haciendo lo mismo. Cuando mi hija tenía una semana de vida, me fui a bailar y volví un día y medio después. Me arrepentía, pero volvía a hacerlo todos los fines de semana”.
Ella no lograba controlarse, pensaba que vivir así era su cruz hasta que su cuñada la invitó a las reuniones de la Universal. “El pastor me dijo que había una salida, que Dios no quería eso para mí, que podía ser feliz y cambiar mi vida. Salí creyendo y esa noche dormí. Perseveré y de a poco fui dejando de fumar, de tomar, de drogarme, de salir. Después recuperé la casa y el auto, y, lo principal, el amor de mis hijas.
Ahora somos felices, estamos unidas, armé mi propio emprendimiento y tengo muchos proyectos”, afirma Miriam sonriendo.
Si usted sufre por un vicio o tiene un familiar que no logra salir de una adicción, participe este domingo a las 15h en Av. Corrientes 4070, Almagro, y descubra que los vicios tienen cura.
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