“Los miembros de la comunidad de Harvard se comprometen a producir un trabajo académico íntegro…” Así comienza el año lectivo en una de las universidades más importantes del mundo, por la cual han pasado ocho presidentes de los Estados Unidos.
Todos los estudiantes pasan por el juramento de la institución, tanto al comienzo de las clases como antes de los exámenes. En la ocasión, los alumnos prometen no copiarse en las pruebas, no plagiar trabajos, no copiar ideas y no cometer fraude de ninguna manera en sus notas.
“Lo que intentamos transmitir a los estudiantes es que la exactitud y la honestidad son los fundamentos de todo el trabajo académico y el conocimiento”, afirmó Brett Flehinger, decano adjunto de Integridad Académica y Conducta Estudiantil de Harvard, en una entrevista a la BBC.
Con los juramentos, él busca cambiar la cultura de los estudiantes que, cada vez más, son sorprendidos intentando engañar a la universidad en búsqueda de altas calificaciones.
Juramento de apariencia
A pesar de que el juramento ha sido adoptado hace algunos años, no ha sido comprobado, y ni siquiera es probable, que haya surtido efecto.
La promesa, en la práctica, no es más que un artificio que blinda a la Universidad de Harvard en caso de escándalos fraudulentos, como lo ocurrido en 2012, cuando 70 de 100 alumnos fueron sorprendidos haciendo trampa durante los exámenes. Si algo como esto ocurre de nuevo, la institución puede alegar que sus reglas son claras y que se esfuerza para demostrárselas a sus alumnos.
Es decir, jurando o no, una o varias veces, los alumnos que quisieran obtener notas más altas con actitudes deshonestas seguirán haciéndolo.
La ventaja proviene de la desventaja
En todo el mundo, y no solo en Harvard, los alumnos son presionados para obtener resultados excelentes. La idea de que “es bueno para que el estudiante aprenda” se sustituye, casi siempre, por la certeza de que lo importante es tener las mayores calificaciones. De esta manera, muchos hacen de todo para estar entre los mejores.
Lo que no se dan cuenta es que, al tratar de engañar a la escuela o la universidad y “dejar atrás” a los alumnos que realmente estudian, los infractores también están perdiendo la oportunidad de construir una carrera admirable.
Después de todo, para alcanzar el respeto de los demás, es necesario ser honesto, transparente, y nunca perjudicar a sus compañeros. “Ser honesto o transparente con nuestros compañeros es lo que nos hará ser admirados, respetados y dignos de la confianza de todos”, explica el obispo Júlio Freitas. Él afirma que, al tratar de engañar a terceros, las personas solo se engañan a sí mismas:
“La realidad es que el ser humano es una criatura muy compleja, todo es el resultado de una lucha interior, en el que el mal y el bien se enfrentan, pero solo uno podrá vencer. Envidia, codicia, chisme, avaricia, deshonestidad, enredos, ambición desmedida… nada de esto puede enmascararse con una falsa imagen de bondad y compañerismo.”
El hábito de hacer trampas para obtener buenas calificaciones, copiándose en los exámenes o copiando textos de internet para trabajos, por ejemplo, está presente desde la infancia. Por eso, es importante que los padres conversen con sus hijos al respecto. Los jóvenes sufren naturalmente la presión en la escuela, y es necesario el diálogo para que tomen conciencia del mejor camino.
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