Estudiar una carrera universitaria es el sueño de la mayoría de los jóvenes. Para eso, tardan meses averiguando a qué universidad ingresar, la carrera a seguir y estudian durante años para aprobar el examen de ingreso. Es una inversión pesada de tiempo, dinero y fuerza de voluntad. Y al poner el primer pie dentro del salón de clases se deparan con una realidad totalmente diferente, hasta entonces: la presión, plazos apretados, una nueva forma de pensar y de relacionarse con los profesores, entre otras cosas.
Si para cualquier joven eso ya es un shock, para un joven cristiano puede serlo mucho más, porque él se depara con situaciones bastante delicadas: invitaciones para ir al bar con sus compañeros después de clase el viernes; ideas que contrastan con su fe: personas que lo cuestionan con respecto a la Iglesia y a la Biblia. Además, tienen que lidiar con una rutina más agotadora y, muchas veces terminan dejando la relación con Dios en segundo lugar y hasta en tercer lugar. Y, en esa nueva jornada, muchos terminan desistiendo de la fe.
Angélica Silva (en la foto abajo), de 22 años, tuvo esa triste experiencia. Al comenzar sus estudios, pensó que, al hacer nuevas amistades, podría presentárselas a Dios y al trabajo de la Fuerza Joven Universal (FJU), pero terminó dejándose llevar por los pensamientos de sus compañeros.
“Comencé a verme anticuada en medio de ellos, porque todos decían: ‘Angélica es muy correcta’. Y como en el curso habían personas de opiniones muy fuertes, pensaba que tenía que ser de la misma manera que ellos. Fue cuando comencé a ir a fiestas de la universidad y al bar después de clases, ignorando totalmente lo que antes creía que estaba mal”, recuerda ella.
De esa forma, Angélica se alejó de la Iglesia y así estuvo alrededor de 3 años. Sin embargo, en febrero de este año, ella regresó, en la reunión mensual para mujeres en el Templo de Salomón, en Brasil. “Fui sin grandes pretensiones, pero Cristiane Cardoso (quien dirigió la reunión) predicó sobre los ocho síntomas de la mujer orgullosa y vi que, si hubiera 200 síntomas, yo encajaría en todos. Decidí entregarme a Dios y Le prometí que le daría prioridad a todo lo que fuera sobre Él. Me bauticé en las aguas el mismo mes”, cuenta ella, feliz.
Dentro de la iglesia, lejos de Dios
Pero el problema no es solamente que el estudiante se aleje de la Iglesia y vuelva a involucrarse directamente con el mundo. Al dejarse llevar por la rutina, el cansancio y las exigencias; es muy común que la persona deje que su relación con Dios se enfríe, deje de orar, o lo hace de manera mecánica, e ir a las reuniones de domingo por la mañana ya no es una prioridad, por ejemplo. Eso también es extremadamente nocivo para la Salvación, ya que el cristiano queda débil y vulnerable a los ataques del mal.
Paulo Santana (en la foto al lado), de 32 años, es analista de sistemas, y pasó por esta situación. “Cuando hice un curso técnico me esforzaba para ir a la iglesia, aunque ya hubiera terminado la reunión, salía del curso e iba allí para hacer una oración. Pero en la universidad ya no tenía la misma disposición. Dejé de involucrarme con el trabajo de la FJU. Eso me trajo problemas espirituales que se reflejaron en mi vida, en mi matrimonio”, cuenta.
Durante un año, Paulo permaneció así: estaba en la iglesia, pero frío y distante del Señor. Pero cuando decidió volver a la FJU y a involucrarse con los proyectos, se encendió nuevamente en la fe. “Aprendí que no vale la pena luchar para conquistar las cosas de este mundo si no se pone a Dios en primer lugar. Hoy tengo un buen empleo y lucho por mi crecimiento profesional, pero no dejo de priorizar mi vida con Dios.”
Cómo mantenerse firme
“No podemos despreciar los estudios, pero nosotros decidimos lo que priorizamos. La Biblia nos muestra a un joven llamado Daniel que estudiaba, era sabio, pero en ningún momento despreció su comunión con Dios (Daniel 1.4 y 6.10). Por lo tanto, en cada elección, decisión o inversión debemos siempre tener en mente que nuestra prioridad es nuestra fe”, enseña el obispo André Cajeu, coordinador de la Fuerza Joven Universal en San Pablo.
Alice de Andrade (en la foto al lado), de 25 años, sigue esa enseñanza mientras cursa la carrera de periodismo. Ella afirma que la mayor dificultad enfrentada fue con respecto a la vida sentimental. “Resistir las propuestas, las persecuciones y las preguntas por no “andar con uno y con otro”, como es la moda del mundo. Pero nunca pensé en desistir, siempre que paso por esos momentos difíciles, busco involucrarme más con la Obra de Dios y con las amistades de la fe. Porque si yo pensara que soy autosuficiente, voy a ceder y a caer”, afirma.
La FJU también cuenta con el proyecto Universitarios, creado para incentivar el ingreso en la vida académica, realizar acciones sociales y estimular a los estudiantes a ejercer el lado ciudadano. Conferencias y reuniones para debates sobre temas actuales forman parte del calendario del proyecto.
¿Quiere saber cómo ser un estudiante y también invertir en la comunión con Dios? Ingrese aquí y lea.
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