Florentina Nuñez se casó muy joven, pero a los tres años de matrimonio, empezaron los problemas que la hicieron sufrir durante 30 años. “Mi esposo se iba con los amigos, lo poco que ganaba con las changas lo gastaba en el juego de cartas. Como me quedaba sola, salía a pedir a los vecinos algo para darle de comer a los chicos. Cuando él llegaba, discutíamos, me agredía verbalmente y yo lo golpeaba, entonces se iba y me dejaba llorando. Busqué ayuda en la casa de los espíritus por cinco años, iba lejos, donde fuere porque quería estar bien con mi esposo y con mis hijos, pero estuvimos separados, él se fue de la casa por dos meses. Desde que comencé a consultar a las entidades, mi esposo se volvió alcohólico y golpeaba a los chicos, yo descargaba mi nerviosismo en ellos también.
Yo tomaba pastillas todos los días para estar tranquila, pero aun así me quise matar dos veces, casi me tiro debajo de un camión en la ruta la primera vez pero me acordé de mis hijos y eso me detuvo. La segunda vez estuve a punto de matar a mis cuatro hijos poniéndole veneno para ratas en la comida. Lo había planeado todo, mi esposo y mi hermana no tenían idea de lo que estaba por hacer. Ese día preparé la comida y llamé a los chicos, cuando estaban sentaditos a la mesa llegó mi hermana, entonces me puse muy nerviosa y tiré la comida a la basura. Le dije que ya habíamos comido para disimular, si ella no hubiera llegado habríamos muerto los cinco.
Yo no le prestaba atención a mis hijos, al estar tan mal no los cuidaba como debía. Hice un tratamiento por veinte años porque tenía una úlcera sangrante en el estómago, reuma, artritis y dolores de cabeza”.
Su hermana la invitó a la Universal, comenzó a participar de las reuniones y fue liberándose de todo lo que la había atormentado por años. “El primer día salí distinta, lloré tanto que toda esa carga salió. No me bañaba, no hacía las cosas de casa, no atendía a mis hijos tampoco, pero cuando aprendí a usar la fe, fui cambiando. No fue sencillo porque mi esposo seguía tomando, hasta se peleaba con los vecinos. Pero perseveré por mi familia y Dios transformó nuestra vida, yo cambié, mi esposo cambió, mis hijos también. Fui sanada y todo fue transformado, pude amar a mi familia y vivir con ellos en armonía”.
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