El tercer tipo de eunuco al que se refiere el Señor Jesús se trata de aquel que se castra a sí mismo por causa del Reino de los Cielos (Mateo 19:21)
En aquellos tiempos, castrar significaba la privación total de los órganos de reproducción, sin anestesia, e implicaba tres tipos de sacrificio:
Primero: el dolor casi insoportable;
Segundo: la privación del placer sexual;
Tercero: el derecho de procrear.
Esa secuencia de sacrificios solo se justificaba porque el premio era el Reino de los Cielos. En otras palabras: el fiel que se sometía al propio martirio priorizando la Salvación de su alma por encima de todo lo que la vida en este mundo podía proporcionarle.
También en otra ocasión, de manera similar, el Señor dijo que es mejor entrar al Reino de los Cielos cojo, manco o tuerto que entrar perfecto en el infierno. (Mateo 18:8-9)
Solo valoran el Reino de los Cielos aquellos cuyos nombres están escritos en el Libro de la Vida, que realmente creen en el Señor Jesucristo y practican Su Palabra. Esos recibieron la revelación del Espíritu de Dios y jamás ponen en riesgo su Salvación por nada de este mundo. Salvo cuando, liberalmente abandonan a la prioridad de su alma por una pasión carnal.
El sacrificio voluntario de la castración espiritual es la más clara materialización de la auténtica fe.