Chad es un país localizado en el centro norte del continente africano, sin acceso al mar. El famoso desierto del Sahara pasa por su región central, trayéndole al lugar altas temperaturas. A pesar de ser un país que se ha desarrollado en los últimos años, todavía sufre con una política violenta y con frecuentes golpes de estado, lo que le trae gran inestabilidad e inseguridad. La mayoría de la población vive por debajo de la línea de pobreza, sin acceso a las necesidades más básicas, como agua y electricidad.
En medio de ese escenario de pobreza y necesidad desconocido por gran parte del mundo, fue que la Universal se ocupó de llevar la Palabra de Dios a ese pueblo que necesita ayuda.
No es una novedad que la motivación del trabajo de la Universal es el placer de ganar almas para el Reino de Dios. Pastores, obreros, evangelistas, con gran amor, entregan sus vidas sin medir esfuerzos para cumplir esa preciosa misión. Pero, en un país cálido y sin infraestructura, es necesario algo más para hablar de Dios.
“Los lugares son muy distantes y, para que lleguemos hasta donde están las personas, necesitamos enfrentar el desierto. Si fuéramos solo caminando, debido al intenso calor, podríamos quemarnos los pies con la arena ardiente. Entonces, usamos los camellos como transporte. Aquí la evangelización es realizada con camellos” explica el pastor Robson de Oliveira, que vive en Chad hace dos años y es responsable por el trabajo de la Universal en el país.
Cuando los voluntarios de la evangelización se aproximan a un determinado lugar, las personas creen que es un grupo más de viajeros que pasa, como de costumbre. Sin embargo, no imaginan que la oportunidad de la Salvación de sus almas viene en camello, a través del grupo de la Universal.
“Para ganar almas hacemos de todo”
El pastor, que abdicó a su vida para servir a Dios 19 años atrás, junto con su esposa Marcia, no encaró el desafío de esa evangelización como “diferente” por usar camellos. El asegura que ya pasó por momentos más críticos cuando evangelizaba en Costa de Marfil, un país africano que estaba en constante guerra civil. Allá estuvieron días sin ni siquiera poder salir de sus casas a causa de los disparos que había por todos lados, y que atravesaban incluso las paredes del edificio de la iglesia donde se realizaban las reuniones con el pueblo.
En Chad, más del 70% de la población es musulmana, lo que hace que el trabajo de avangelización sea muy difícil, pues la mayoría no acepta ni oír hablar del nombre de Jesús.
“Tenemos dificultades, pero la alegría es grande cuando una persona acepta al Señor Jesús y su vida se transforma. Cuando eso sucede, todo el sacrificio vale la pena, y eso es lo que hemos visto. Por eso, para ganar almas hacemos de todo, usamos camellos, buscamos la manera. Ni el desierto nos detiene” destaca el pastor Robson.
Colaboró obispo Marcelo Pires