Alrededor del año 61 después de Cristo (d. C.), el apóstol Pablo estaba comprometido en la propagación del Evangelio. En aquella época se estaba construyendo la iglesia en Filipos y allí había dos mujeres, Evodia y Síntique, que aunque estuvieran trabajando en la obra de Dios, no concordaban en algunos puntos y deben haber causado muchos problemas, ya que Pablo, en una carta que escribió a los Filipenses, en el capítulo 4, versículo 2, hace una breve amonestación: “Ruego a Evodia y a Síntique que sean de un mismo sentir en el Señor.”
Ellas eran importantes para la iglesia, pero la contienda que había entre ellas podía echar todo a perder.
La solución encontrada por Pablo fue llamar la atención a las dos y pedir también a otras personas que las auxiliasen en esa tarea por la paz, pues allí, en la iglesia de Filipos, no había lugar para disputas y chismes.
Pero eso no sucedió solo en aquel tiempo, tampoco solo en aquel lugar. Hay muchas Evodia y Síntique en la actualidad, que están disputando atención y, en lugar de ayudar, están estorbando la Obra de Dios.
El apóstol Pablo no menciona el motivo de la discordia, pero es lo que menos importa cuando tenemos delante de nosotros un objetivo mayor, que es ser usado por Dios.
La Biblia no comenta lo que sucedió después con esas dos mujeres, probablemente deben haber dejado las desavenencias de lado y se unieron, no sólo para cortar la raíz de las discordias y la habladuría, sino también para servir de lección para muchos de nosotros hoy en día.
Lo que podemos aprender con ellas:
– A veces miramos a alguien que está en la misma batalla que nosotros, pero no como aliado, sino como adversario. En la ansiedad de destacarnos más, terminamos trabando la obra de Dios;
– Al ver a alguien en discordia, que podamos orar y ayudar a resolver los problemas que por ventura existan;
– No debemos fomentar comentarios, sino cortar el mal por la raíz, después de que esa hierba dañina comenzara a brotar.