Cuando se manifiesta la fe atrevida, no hay espacio para la timidez o para cualquier síntoma de cobardía. Al contrario, hay intrepidez e incluso impertinencia, tamaña es la convicción. De hecho, la fe violenta al infierno, arrasa las dudas e impone su poder. No hay cómo resistir al poder de la fe viva en el Dios Vivo. La plenitud de la vida se establece de forma singular.
Las sensaciones de miedo, inseguridad y debilidad son simplemente neutralizadas por la fuerza mayor. Sentimientos como ausencia de méritos, consciencia impura o argumentos religiosos (mi cruz, mi karma, prueba, destino, penitencia purificadora, nací para sufrir, no hay solución para mí) en fin, todo lo demás que contraría a la fe inteligente es derrumbado a causa de los derechos adquiridos de la fe en las Promesas de Dios.
Diez leprosos fueron curados. Solo uno volvió para agradecer. Aun conociendo previamente la ingratitud de los nueve, Jesús los curó a todos. Los nueve no lo merecieron. Pero fueron beneficiados porque creyeron en Él como Profeta. Y eso fue suficiente.
La parábola del religioso y el pecador es otro ejemplo de que la fe ignora merecimientos. “Dos hombres subieron al templo a orar: uno era fariseo, y el otro publicano. El fariseo, puesto en pie, oraba consigo mismo de esta manera: Dios, Te doy gracias porque no soy como los otros hombres, ladrones, injustos, adúlteros, ni aun como este publicano; ayuno dos veces a la semana, doy diezmos de todo lo que gano. Mas el publicano, estando lejos, no quería ni aun alzar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: Dios, sé propicio a mí, pecador. Os digo que éste descendió a su casa justificado antes que el otro…” (Lucas 18:10-14).
El religioso usó la fe burra. Tuvo fe en su práctica religiosa. Perdió. Por su parte, el pecador manifestó la fe en la compasión Divina. Fue respondido. Es decir que con Dios lo que vale es la fe en Su Palabra. Si hay manifestación de la fe en Él, el resultado puede ser incluso inmediato. No hay ningún impedimento o límite para el resultado de la fe viva en el Dios Vivo.
Permite recuperar el tiempo perdido, hace que el viejo proyecte hacia el futuro, que los jóvenes sean visionarios. Hace que la empleada doméstica iletrada sea una exitosa empresaria del empresariado nacional. ¿Por qué no?
La fe ignora los recursos humanos y hace posible cualquier imposible. Incluso la muerte se inclina delante de ella. Porque asocia al fervoroso a Dios. Se convierte en socio del Dios Altísimo.
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