Existe una diferencia entre las personas convertidas y las convencidas, entre el cristiano seguidor de Jesús y el creyente, que cree, pero no tiene un verdadero vínculo con Dios. El cristiano no está sujeto a denominaciones de ningún tipo, sigue al Señor, en cambio el creyente es adepto a las denominaciones.
Regresando en el tiempo, hace 3 mil años, encontramos a Abraham que en ese momento se llamaba Abram, y vivía en la tierra de Ur, con sus parientes. Como hoy en día, había terribles desvíos espirituales. Las personas le rendían culto al sexo, atribuyéndole funciones en rituales divinos. En medio de este panorama Dios colocó en el corazón de Abram el deseo de servirlo.
Le dijo a Abram que abandonara esas tierras y a sus parientes para, a través de él, construir una gran nación y le hizo muchas promesas. Abram pasó a llamarse Abraham, que significa “padre de una gran nación”.
Observe que Dios le prometió hacer de él una gran nación, pero no le dio pruebas concretas. Él simplemente tuvo fe.
Cuando hablamos de diezmos y ofrendas, un número considerable de personas, además de no desear cumplir la voluntad de Dios, se indigna con las personas que si lo hacen, recurriendo al escarnio. Cuando alguien desea seguir a Jesús, debe andar según Su voluntad.
Abraham pasaba por una situación difícil, tenía su vida espiritual arruinada por vivir en esa tierra contaminada por el pecado. Dios no podría bendecirlo en la situación en que se encontraba, mucho menos hacer de él el padre de una gran nación.
A veces las personas no logran ser fieles en medio de los infieles. El fermento de ellos lo impide. Si usted desea alcanzar las bendiciones de Dios, debe tener sus oídos atentos para saber qué es lo que realmente Él quiere. Abraham demostró fe en las promesas de Dios, y esa actitud le trajo la justicia. Si usted no tuviera condiciones espirituales de oír la voz de Dios, y tampoco fe, la consecuencia natural es escuchar la voz del diablo y ser incrédulo. Porque la voz a la que le prestamos atención será la que nos domine.
Hay un dicho que dice: “Quien habla planta y quien escucha cosecha”. Si oímos la voz del diablo, cosecharemos dudas, inseguridad, odio, angustia y miedo. Pero si por lo contrario, oímos la voz de Dios, encontraremos paz, amor, certeza, confianza, y tendremos todas Sus promesas cumplidas en nuestras vidas. Sea fiel a Dios, reconózcalo en todos sus caminos y Él lo guiará por el camino correcto.