Sabemos que la fe es la mayor arma que un cristiano tiene contra el diablo y los problemas que este mundo nos presenta. Sin embargo, muchas personas han sido engañadas con la fe emotiva.
¿De qué sirve tener un arma de fuerte calibre, con un potencial destructivo astronómico, si no tiene municiones? Cuando la necesitemos en la guerra contra nuestros enemigos, seremos sorprendidos y vencidos.
Así es la fe emotiva. Tiene la apariencia de tener alto poder de destrucción contra el diablo, pero en el momento indicado falla por no tener ninguna munición. ¿Y cuál es esa munición que falta en la fe emotiva?
La obediencia a la Palabra de Dios, el sacrificio exigido por esa obediencia, el hacer la Voluntad de Dios aborreciendo nuestra propia voluntad, al despertarnos y al dormir, al almorzar y al cenar, o sea, en el día a día, sea donde sea – en casa, en el trabajo, en la iglesia -, cuando estamos cerca o lejos de los ojos de nuestros líderes espirituales, pastores, obispos, etc.
Nuestro Señor Jesús nos enseñó el secreto de Su éxito, mientras estuvo aquí en la Tierra viviendo en un cuerpo humano. Dejó el modelo de una fe inteligente y racional cuando dijo:
… Mi comida es que haga la voluntad de Aquel que Me envió, y que acabe Su obra. Juan 4:34
Primero – “QUE HAGA LA VOLUNTAD DE AQUEL QUE ME ENVIÓ”
Munición con gran poder de destrucción contra el diablo, la carne y los problemas.
Cosa que quien tiene la fe emotiva no hace.
Segundo – “Y QUE ACABE SU OBRA”
Apretar el gatillo y pegarle un tiro al diablo y a las injusticias que se levantan contra nosotros todos los días. Cosa que los que tienen la fe emotiva hacen creyendo que es lo suficiente para agradar a Dios. Puro engaño.
¿… en Tu Nombre hicimos muchos milagros? Y entonces les declararé: Nunca os conocí; apartaos de Mí, hacedores de maldad. Mateo 7:22-23
Solo así, con esa arma poderosa llamada fe consciente e inteligente, tendremos no solamente éxito en nuestra vida en este mundo, sino principalmente en el momento en el que más la necesitaremos, o sea, en el momento de la muerte, cuando diremos como el apóstol Pablo:
He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe. Por lo demás, me está guardada la corona de justicia, la cual me dará el Señor, Juez Justo, en aquel Día… 2 Timoteo 4:7-8
Colaboró: Obispo Sérgio Correia