“¿Por qué me llamáis, Señor, Señor, y no hacéis lo que yo digo?”, (Lucas 6:46).
Cuando una persona oye la Palabra de Dios y no obedece, pierde su tiempo. De qué sirve decirle al Señor que lo amamos y salir de la Iglesia para hacer lo contrario a lo que dice.
“Todo aquel que viene a Mí, y oye Mis palabras y las hace, os indicaré a quién es semejante. Semejante es al hombre que al edificar una casa, cavó y ahondó y puso el fundamento sobre la roca; y cuando vino una inundación, el río dio con ímpetu contra aquella casa, pero no la pudo mover, porque estaba fundada sobre la roca.”, (Lucas 6:47-48).
Edificar la casa con fundamento en la roca es tener base.
Hay dos tipos de fe, la funcional, que sirve para curarnos y liberarnos. Pero cuando pasamos por problemas, no es suficiente. En esos momentos, debemos creer en la Palabra de Dios. Cuántas personas fueron curadas milagrosamente, aseguraron que no dejarían a Dios y ya no están entre nosotros.
“Porque como desciende de los cielos la lluvia y la nieve, y no vuelve allá, sino que riega la tierra, y la hace germinar y producir, y da semilla al que siembra, y pan al que come, así será Mi palabra que sale de Mi boca; no volverá a mí vacía…”, (Isaías 55:10-11).
Aunque el mundo esté en su contra, Él dice en Su palabra: “no temas, estoy contigo”.
Si escucha y obedece, estará afirmado en la roca porque se apega a la Palabra; no a un hombre o a una religión.
Continúa diciendo: “Mas el que oyó y no hizo, semejante es al hombre que edificó su casa sobre tierra, sin fundamento; contra la cual el río dio con ímpetu, y luego cayó, y fue grande la ruina de aquella casa.”, (Lucas 6:49).
En la Iglesia, todos escuchan lo mismo, pero llegará un momento que el que no obedece, no podrá aparentar y caerá. Sin embargo, la fe en la Palabra nos salvará y hará que seamos fuertes. Así Él nos bautiza con Su Espíritu.
“Afligido estoy en gran manera; vivifícame, oh Señor, conforme a Tu palabra.”, (Salmos 119:107).
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