¡Hola, obispo!
Quiero darle las gracias por la ministración de la profecía del último miércoles, en la que participé por videoconferencia desde mi iglesia, en San Bernardo do Campo.
¡Estaba enferma! Pero no era cáncer o una enfermedad terminal, ¡era en mi alma!
Estaba luchando para curarme de una relación que ya había terminado hacía más de 1 año y medio, pero aún sufría mucho.
Cuando me enteré de que usted haría la reunión de la Terapia del Amor, le dije a Dios: “Voy a obedecer a lo que el Obispo diga. No importa si tengo que ponerme cabeza para abajo sobre el Altar, ¡voy a obedecer!”
Entonces, el Espíritu Santo dijo a través de usted, exactamente, lo que yo no estaba entregando en el Altar, pues, vivía murmurando, diciendo que Dios Se había olvidado de mí; siempre llorando, como si eso fuese a resolver algo, y aún tenía una gran ansiedad dentro de mí.
El jueves, decidí sacrificar todo esto, y pedir paz, como usted dijo que pidiéramos. Estoy sintiéndome tan feliz y en paz, ¡todo el peso ha desaparecido! Ya no duele adentro, ya no hay por qué recordar mi pasado, no necesito nada, ¡el Espíritu Santo está cuidándolo todo!
¡Gracias Dios!
¡Gracias Obispo Macedo!
¡Gracias Iglesia Universal!
Sé que no es un testimonio espectacular, como la compra de un coche o la curación de una enfermedad terrible, pero quiero dejar aquí mi testimonio y decir que el secreto es obedecer, ¡para honrar a nuestro Señor Jesús!
Ana Paula Ribeiro