Al oír los últimos mensajes del obispo Macedo sobre ser fuertes, de esforzarse, me acordé de la época en que estudié en Japón.
Y algo que luego me vino a la memoria fue la traducción de la palabra “suerte”, en japonés ellos usarían: “Ganbatte” , lo que significa “esforzarse”, pero no un pequeño esfuerzo, ganbatte significa poner toda su fuerza, dar su todo, su mejor. En japonés no existe la palabra buena suerte.
En la escuela, los profesores nos enseñan a esforzarnos en todo lo que hacemos. Recuerdo una ocasión en que era el “Field Day”, y yo competiría en la carrera de 50 metros. Esto fue justo en mi primer año de escuela allí, y, comparada con los japoneses, no tenía ninguna preparación física, nunca había competido en una carrera, y consecuentemente, me quedé atrás, y lo que oía por el micrófono era: “Juliana-san, ganbatte kudasai, “Y todos repetían unísono:” Ganbatte “. Traduciendo: “¡Juliana, se esfuerce! ¡Se esfuerce! “Y, en las clases, en los proyectos, en todo lo que hacíamos en la escuela, si la maestra veía que no estaba saliendo bien, ella pronto decía:” ¡Ganbatte, tú puedes! ”
Desde los primeros años de escuela, nos es enseñado que debemos dar nuestro mejor en todo lo que hacemos, y que no es la inteligencia sola que nos lleva al éxito, sino el esfuerzo continuo. Si queremos alcanzar un objetivo, debemos esforzarnos, dando nuestro todo y perseverar. Pues, una persona inteligente sin esfuerzo no alcanza nada, pero una persona esforzada y determinada alcanza lo que quiera, aunque no sea tan inteligente.
Pensamientos de que, sí es posible, que podemos alcanzar todas nuestras metas siempre cuando nos esforzamos mucho con perseverancia y determinación, es enseñado desde pequeño a los japoneses. No escuchaba a mis colegas decir que no podían, que era imposible o que iban a desistir. Allí, nunca escuché a un maestro decir que fulano era inteligente, pero sí lo oía decir que todos necesitábamos esforzarnos y dar nuestro mejor en todo para tener un futuro exitoso. Y es importante notar que el biotipo del japonés es pequeño, delgado, pero eso nunca les impidió alcanzar sus objetivos, ellos no miran su porte físico, sino para la fuerza que tienen cuando se esfuerzan. ¡Me recuerda al obispo Macedo!
Interesante obispo que, aunque ellos no creen en nuestro Dios, practican lo que Él nos ha enseñado en Su Palabra y por eso, cosechan los frutos de esta práctica, e incluso siendo un pueblo admirado por las demás naciones. ¿Imagínese a ese pueblo con la fe puesta en nuestro Señor? ¡Serían la nación más bendecida de la Tierra! Y si todos los cristianos tuvieran esa misma determinación de ser fuertes, esforzados y perseverantes, serían exitosos también.
¡Que Dios bendiga al señor y D Viviane grandemente y que seamos esa nación de los 300 de Gedeón, fuertes, valientes y esforzados!
Juliana Furuncho