En el principio, Dios Padre creó los cielos y la Tierra, los creó usando solo palabras. Algún tiempo después, la palabra del Creador se hizo carne y nació Jesús, Su hijo.
“En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios. Este era en el principio con Dios. Todas las cosas por él fueron hechas…”, (Juan 1:1-3). Es decir, Él era antes de que todas las cosas existieran. “Y él es antes de todas las cosas, y todas las cosas en él subsisten…”, (Colosenses 1:17). Significa que la persona que cree en Él y anda de acuerdo con Su palabra, prevalecerá sobre todo y todos.
El Verbo o la Palabra es Jesús. Su ministerio terreno fue marcado por Su palabra, por el poder de Su voz. Por medio de Su voz, el Espíritu Santo generaba vida. Ciegos, cojos, oprimidos y todos los enfermos eran curados por la palabra que salía de la boca de Jesús. Ni siquiera la muerte pudo superar el poder de Su voz. Fue necesario que pronunciara el nombre de Lázaro, de lo contrario, los demás muertos que estaban allí sepultados también habrían resucitado, solo por el poder de la Palabra. Esa es la herencia de Sus seguidores.
“… pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra.”, (Hechos 1:8).
Cuando Jesús volvió al cielo, nos dejó como reemplazo al Consolador, al Espíritu Santo, al Espíritu de la Palabra, al Espíritu de la vida. El objetivo del Espíritu del Señor Dios no es otorgar lenguas angelicales, sino transferir la unción de Jesús a todos los discípulos para darle continuidad a Su ministerio terreno. Atender las necesidades de los afligidos, curar a los enfermos, expulsar demonios, resucitar muertos, predicar el Evangelio del Reino de Dios y sobre todo, enseñar Su justicia.
El Señor Jesús bautiza con el Espíritu Santo a los que tienen el sueño de continuar Su trabajo en la destrucción de las obras del diablo en este mundo. ¿Quién tiene fe para eso?
[related-content]