Leandro: “Cuando llegué, mi vida era un desastre, por la cocaína, perdí a mi pareja y a mis hijos.
Consumía todo tipo de drogas, paco, crack y diferentes clases de pastillas. Me drogué hasta con lavandina, si sentía que hacía efecto me lo mandaba.
Ganaba bien de lunes a viernes, pero gastaba 10 mil pesos en una noche. No me importaba mis hijos, no estaba interesado en si tenían zapatillas o les alcanzaba para comer.
Mis viejos me invitaban a la Universal, lucharon un año por mí. Mi papá fue alcohólico y otras cosas más, a ellos les cambió la vida.
Quise probar, porque vi que conocieron a un Dios que podía ayudarme. Me vine, tuve que dejar de una vez por todas. Ya me veía en el fondo, no encontraba salida. Decidí bautizarme, quería conocer a Jesús, era la única manera. Reconquisté a mi pareja, volví a estar con mis hijos y sigo luchando.
Hoy me siento bien, logré la paz que antes no tenía, desde el momento que elegí conocer a Dios, cambió todo.
Mi visión es otra, había cosas que antes no veía en mis hijos. Fue muy fuerte darme cuenta, ahora entiendo por qué mis viejos vinieron a luchar acá.
Mi madre fue la que más sufrió, hoy lo entiendo, ahora pueden dormir en paz y mis nenes disfrutan a su papá.
Las adicciones quedaron atrás. Valió la pena haber venido, fue fundamental obedecer y no bajar los brazos. A veces nos ponen obstáculos, pero mientras hay vida, hay esperanza. Yo seguí y hasta el día de hoy sigo luchando, no voy a dejar”.
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