Aunque sea cruel y casi insoportable, el dolor no es malo. Este ha sido una señal de que algo en el cuerpo está mal. O sea, este es un grito de la materia física pidiendo ayuda.
Lo mismo sucede en relación a la materia espiritual. Al sentirse abatido por un profundo disgusto y la tristeza invade el interior, al punto de la persona rendirse, es el grito desesperado del alma pidiendo socorro.
Considere ese grito el alerta de Dios.
El no es responsable por las desgracias del mundo. La vida es regida por la ley del “ dad, y se os dará…” Quiera o no, se cosecha, hoy, los frutos de las semillas plantadas ayer.
Mientras tanto, Dios aprovecha las amarguras del alma para despertar la conciencia humana.
Siempre, por detrás de una desesperación, hay Una Voz que habla y fuerte, gritando: ¡Eh! Estoy aquí. Puedo y quiero ayudarle. Venid a Mí…
Porque así dijo el Alto y Sublime, el que habita la eternidad, y cuyo nombre es el Santo: Yo habito en la altura y la santidad, y con el quebrantado y humilde de espíritu, para hacer vivir el espíritu de los humildes, y para vivificar el corazón de los quebrantados. Isaías 57:15