Carolina y Daiana vivieron lo peor de las adicciones: “Mis padres se peleaban y yo no sabía a dónde ir. Tenía pesadillas, insomnio y depresión.
Entré al consumo por curiosidad, primero con el alcohol y el cigarrillo. Después, probé cocaína, éxtasis, cristal, pepa, LSD, de todo. A los 17 años quedé embarazada y me llevaron a abortar. Eso desató que me metiera más, no tenía ganas de vivir”, asegura Carolina.
Su hermana presenció su peor momento: “La he visto pasar por sobredosis. No sabía qué hacer, era desesperante. Mi casa era un ambiente en el que nadie quería estar. Cada hermano fue tomando su rumbo y todos en las adicciones”, comenta Daiana.
Carolina quiso dejar los vicios sola y tocó fondo: “Me dio un brote psicótico. Medicada por el psiquiatra, así llegué al Tratamiento. Ya no quería esa vida. Tuve que resistir, fui paso a paso”.
Sin embargo, mientras Carolina encontraba ayuda, Daiana se hundía más: “Consumía alcohol, pastillas y marihuana. Guardaba cerca de 15 kilos de cocaína en mi casa. Tenía miedo de que vinieran a reventarme.
Mi hermana me invitaba a la Universal, pero yo la rechazaba. Hasta que un día dije: ‘hasta acá’. Agarré mi kit, en el que tenía cocaína, marihuana, pastillas y lo dejé en el Altar.
De ahí en adelante, nunca más fui la misma persona y no tuve ningún síntoma de abstinencia”, dice Daiana.
Ambas encontraron lo que necesitaban: “Dejé los vicios, ya no tengo deseos de consumir, me da asco. Hoy duermo tranquila. Antes vivía dejada, ahora tengo ganas de abrir mi negocio con mi hermana. Tengo alegría y paz en mi interior que no cambio por nada”, finaliza Carolina.
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