Mónica es ingeniera agrónoma y, hace unos años, cuando atravesaba grandes pérdidas económicas que la agobiaban, conoció la reunión de prosperidad de la Iglesia Universal. A continuación, su historia.
“Con mi esposo nos casamos al terminar de estudiar en la universidad. Después de seis años, tuvimos a nuestro primer hijo. Cuando nació el segundo, ya no pude seguir trabajando. A los cuatro años, nuestra hija más chica empezó a tener convulsiones. Debido a las enfermedades de los niños, gastaba mucho en la farmacia. Mi esposo trabajaba a 100 kilómetros de distancia. Por eso, me tenía que hacer cargo de todo. Él venía cada 10 o 15 días y, a raíz de los problemas que tenía en el trabajo, estaba de mal humor. También teníamos problemas económicos. Mi esposo se sacrificaba un montón, pero no tenía las retribuciones que antes sí.
Además, habíamos perdido, por no poder pagar las expensas, una propiedad que teníamos en Estados Unidos, que valía cerca de 20 mil dólares. Sentíamos como si habíamos caído en un pozo muy grande y no veíamos la salida. Hasta que un día, una señora que trabajaba en mi casa y veía que yo vivía buscando una salida, pidiendo y prendiendo velas, me dijo: ‘Conozco un lugar donde usted puede recibir ayuda’. Me habló acerca de la Iglesia Universal y empecé a asistir a las reuniones. Desde ese momento, todo empezó a transformarse.
Luego, mi esposo también comenzó a ir y su carácter cambió para bien. La salud de mis hijos mejoró y ya no teníamos tantos gastos en medicamentos. Nuestra economía comenzó a cambiar. Como ingeniera agrónoma, me surgieron varias oportunidades laborales.
Hoy hago obras de parquización, de riego por aspersión y nivelaciones. Trabajo en los mejores countries de la zona y les vendo plantas en cantidades voluminosas. A mi esposo también le va muy bien. Trabaja en una empresa constructora que realiza tareas dentro de las centrales nucleares.
Pudimos adquirir una casa quinta propia muy linda de más de 400 metros cuadrados, tres departamentos y una camioneta 4×4. Además, les regalamos un auto a cada uno de nuestros hijos y les pagamos estudios universitarios. Sin embargo, la bendición mayor fue haber recibido el Espíritu Santo que otorga paz y tranquilidad”.