Es cierto que todo ser humano quiere una vida con calidad, cualquiera sueña con alcanzar sus objetivos ya sean familiares, profesionales o personales. Pero entre el querer y el hacer es necesario el sacrificio.
Veamos: quien quiere casarse, tiene que sacrificar la vida de soltero; quien quiere bajar de peso, tiene que sacrificar renunciando a muchas cosas que le gustaría comer y hacer ejercicio; quien quiere un salario a fin de mes, tiene que sacrificar entre 8 y12 horas diarias de trabajo; quién quiere formarse (o graduarse), tiene que sacrificar años de estudio. Quienes quieren una nueva vida, tienen que sacrificar la vida antigua. ¡Es una locura hacer siempre lo mismo y querer resultados diferentes!
Esa es la diferencia que existe entre los que alcanzan la realización de sus sueños y una vida de calidad, y quienes se quedan deseándola por no querer pagar el precio… Esos piensan que el sacrificio es una opción, cuando, en realidad es necesario para cualquier conquista.
Considere este ejemplo: “Desde entonces comenzó Jesús a declarar a Sus discípulos que le era necesario ir a Jerusalén y padecer mucho a manos de los ancianos, de los principales sacerdotes y de los escribas, y ser muerto, y resucitar al tercer día. Entonces Pedro, tomándolo aparte, comenzó a reconvenirlo, diciendo: –Señor, ten compasión de Ti mismo. ¡En ninguna manera esto Te acontezca! Pero Él, volviéndose, dijo a Pedro: -¡Quítate de delante de Mí, Satanás! Me eres tropiezo, porque no pones la mira en las cosas de Dios, sino en las de los hombres.” (Mt 16:21-23).
El propio Señor Jesús mostró que es necesario sacrificar para vencer el mayor enemigo del hombre: la muerte
También está escrito: “… nunca puede, por los mismos sacrificios que se ofrecen continuamente cada año, hacer perfectos a los que se acercan.” (Hebreos 10:1)
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