Recientemente terminé de leer el libro Nada que Perder 3, es imposible contener las lágrimas… Pues vemos con claridad su sinceridad. ¿Sabe cuál fue mi sensación? Que usted estaba a mi lado relatándolo todo, es realmente muy fuerte.
Pero lo que me llama la atención en usted es el cuidado por los obispos y pastores de la Universal. El cuidado de enseñarnos y exhortarnos, tal como un padre lo hace con su hijo.
Obispo, usted ya nos contó varias veces que antes no tenía ni siquiera una oportunidad de predicar el evangelio, y nosotros sabemos que eso es un hecho, sin embargo, usted nos da esa oportunidad, gracias a ese celo, a esa dedicación con nuestra alma. Digo eso porque lo he visto desde que comencé en la iglesia, hace 25 años y hace 23 como pastor. En todas las reuniones el objetivo es el mismo: nuestra alma, es decir, todos sus mensajes se dirigen a nuestra salvación.
Recuerdo que usted, en su oración inaugural del Templo de Salomón, le hablaba a Dios sobre un amigo de la universidad que usted quería salvar y cuyo rechazo lo entristeció, y por eso indagaba a Dios: “¿Por qué él no aceptó? Yo solo quería salvarlo…” Y Dios, viendo esa dedicación, ese empeño por un alma, lo hizo no solo un ganador de almas, sino un GENERADOR DE GANADORES DE ALMAS, que son los obispos, pastores, obreros y miembros de la Universal esparcidos por este mundo, cuyas vidas están inmersas en el Altar de Dios.
Lo vemos y lo tenemos como nuestro padre, físico y espiritual, porque nosotros tuvimos la oportunidad que usted no tuvo al principio como ya fue destacado. Hemos conocido otros países, otras culturas y creencias y hemos encontrado a hombres y mujeres que viven una vida de verdadera abnegación en pro de los perdidos que son llevados diariamente por el diablo al infierno. Hombres que lo ven como a un padre y que traen los principios de la fe.
Gracias a usted que ha tenido esa preocupación por nosotros, hombres tal vez anónimos para este mundo, pero conocidos por el Altísimo. Hombres cuyo propósito es uno solo: Ganar almas para Dios. Hombres que son considerados la escoria para este mundo, por todo lo que sufren por amor al Evangelio, pero que son famosos en el salón de la fama de Dios. Hombres que dejaron todo, familiares, costumbres, patria, con los ojos puestos en el galardón celestial, con un único objetivo: alcanzar a los perdidos. Hombres a los cuales este mundo no es digno de tener. Hombres cuya patria está en los Cielos. Salimos sin saber hablar el idioma, sin conocer las costumbres, sin preocupación por cómo vamos a vivir, solo queremos almas, y cuando vemos a una persona siendo liberada o regenerada, naciendo de Dios, es esa nuestra alegría, es ese nuestro salario.
Recuerdo una vez que usted dijo, dígase de paso ya hace años, sin embargo quedó grabado dentro de mí, que el mayor patrimonio de la Universal no son las catedrales, las iglesias bonitas, los medios de comunicación o los bienes que posee y sumo al Templo de Salomón, sino que el MAYOR PATRIMONIO DE LA IGLESIA SON LOS PASTORES, PORQUE SIN ELLOS NO HUBIERA SIDO POSIBLE HABER LLEGADO ADONDE LLEGAMOS Y ADONDE AÚN VAMOS A LLEGAR, y ese es el único patrimonio que queremos y luchamos para que se multiplique millones de veces más, LOS DISCÍPULOS.
La Biblia nos enseña que debemos mirar a Abraham, pero también preferimos mirarlo a usted que es nuestro Abraham y nuestro referente, no podemos asociar la fe en nuestros días sin incluirlo.
Obispo, tengo certeza de que todos esos hombres de Dios si pudiesen le darían un abrazo fuerte, hombres que tal vez nunca lo verán, porque somos muchos desparramados por este mundo. Como el hace hizo con su padre, ciertamente las lágrimas correrían por nuestro rostro, no de tristeza sino de gratitud por su existencia, que tuvo una importancia enorme en nuestras vidas, que nos llevó a conocer al Eterno y Sublime Dios, que lo usó para revelarnos la fe sobrenatural, cuando todos nosotros estábamos en las tinieblas y, por medio de la UNIVERSAL, la Luz del Evangelio nos liberó y nos hizo nuevas criaturas y sobretodo ciudadanos del Reino de los Cielos. Pero nosotros lo abrazamos todos los días, ¿sabe cómo? A través de nuestras oraciones y súplicas ante Dios para que lo conserve y lo proteja. Sepa que nosotros lo amamos mucho.
Que el Espíritu de Dios lo fortalezca cada día y lo ilumine siempre, gracias por todo.
De uno de entre tantos siervos esparcidos por el mundo.
Sócrates Alves – Uruguay