¿Usted ya oyó hablar de Aaron Hunt? Es un jugador del equipo alemán de fútbol Werder Bremen y no era tan conocido mundialmente hasta la semana pasada, cuando tomó una decisión inesperada durante el partido contra el Nuremberg, en la disputa por el Campeonato Alemán.
El juez marcó penal al ver a Hunt simular una caída en el área grande, para el disgusto de la hinchada adversaria. El jugador tuvo la oportunidad de marcar un gol más a favor del Werder Bremen, pero tomó una mejor y más inteligente decisión: ser honesto.
Mientras que las simulaciones de sanciones, trampas y artimañas para sacar provecho de situaciones en el campo son conductas cada vez más comunes en el fútbol, Hunt hizo algo diferente y asumió el propio error. Señaló que no había sufrido la falta y el árbitro, inmediatamente, anuló la decisión.
Al final del partido, el jugador le explicó a una emisora de televisión que actuó incorrectamente al intentar forzar un penal. “Fue puro instinto, pero estuve mal. Tuve que pensar sobre eso hasta llegar a la conclusión de que nosotros no queremos ganar un partido de esta manera”, afirmó.
En el fútbol, cumplir las reglas y respetar al adversario tiene incluso un nombre especial: “fair play” (“juego limpio”, es español). Pero, ¿por qué será que actitudes como esta, que deberían ser la regla, aún llaman la atención por ser la excepción? Se volvió común actuar con falta de ética. Las acciones correctas e íntegras son vistas como extraordinarias o consideradas especiales.
En un escenario en el cual la mayoría intenta sacar ventaja de alguna forma, la minoría honesta aún se destaca, como ocurrió con Hunt. Se equivocó al intentar simular un penal, pero supo reconocer su propio error al rehusarse a continuar actuando de forma deshonesta. Tan importante como ser justo y saber reconocer los propios errores. Asumir un error es una actitud digna de nobleza, que no vuelve a nadie menor o inferior.
Muchos otros atletas hacen recreaciones de tiros y faltas, pero, al contrario del alemán, prefieren beneficiarse delante de la farsa. Algunos tienen incluso la fama de “simuladores”, pues tienen el hábito de tirarse en el césped para intentar engañar a los árbitros y hasta a la hinchada. Es importante considerar que actuar de esta forma es lo mismo que actuar de mala fe. Es una demostración de falta de integridad y deshonestidad.
Hunt no merece una felicitación, pues actuar de forma justa es el deber de todo ciudadano, sea en un partido de fútbol, así como en el día a día.