Sé que muchas jóvenes tienen la vocación de servir a Dios. Pero, primero debe preguntarse ¿cómo puedo servir a Dios? Puede parecer redundante, pero la primera condición para servirlo es ser sierva.
Los siervos eran personas tratadas como mercancía. La única importancia del siervo era su trabajo, su utilidad. Ellos no tenían bienes personales, todo le pertenecía a su señor. El siervo no tenía independencia o libertad para hacer lo que quería, se limitaba a hacer la voluntad de su amo. Su vida era insignificante en comparación con la de su dueño.
Poco importaban los deseos de los siervos, no valían nada. Comían lo que se les daba y dormían las horas que se les permitía, no podían quejarse. Usaba ropa solo para cubrir su desnudez e identificar que era un siervo. Para este no había mal tiempo, frío o calor, tenía que servir. Por lo general, las razones que llevaban a los siervos a obedecer eran la imposición, el miedo, la supervivencia, etcétera.
Pero el siervo de Dios no lo es por imposición, se hace siervo, y créame, no es fácil. Sería mucho más sencillo si nos obligasen a negar nuestros deseos, pero Dios nunca lo hará. El servir es tan honorable, que Dios que es el Señor, nos sirvió primero. Sólo el egoísta y orgulloso ve en el hecho de servir un desprecio.
Autoevaluación
– Cuando hace algo para Dios: ¿espera reconocimiento, aprobación, agradecimiento por su servicio?
– Cuando surgen imprevistos ¿cree que tiene derecho a quejarse, negarse o “esquivar” el servir?
– Cuando la orientan en su manera de vestir, ¿desecha inmediatamente ese consejo?
Si sus respuestas fueron “sí”, entonces usted es una sierva… pero de sí misma, no de Dios.
Dios no obliga a nadie a servir. La persona que quiere hacerlo tiene que hacerse sierva, renunciar a su voluntad, a sus deseos, al materialismo, a todo. Dejar de lado su propia vida poniendo la de su Señor por encima de todo: esto es servir a Dios.