Vea lo que está escrito en el Evangelio de Juan, capítulo 6, versículo 51:
“Yo soy el Pan Vivo que descendió del Cielo…”.
Lo que desciende del Cielo no es muerte, condenación, miseria, opresión, enfermedad, separación, depresión, sino Salvación, Paz, Pan Vivo.
Lo que Dios envía desde el Cielo es VIDA. Jesús vino como el Pan Vivo.
“… si alguno come de este Pan, vivirá para siempre…”.
Este Pan es el Señor Jesús. Quien come de Jesús, quien come de Sus enseñanzas, quien digiere y aplica Sus enseñanzas, quien asume su fe en Jesús como su único Señor y Salvador recibe vida. Cuando recibimos esta vida, ya no hay espacio para la adicción, la depresión, la violencia, el trauma, el pasado de acusaciones ni el mal en nuestro ser.
Cuando recibimos en nuestro cuerpo esta vida, que es Jesús, que son Sus enseñanzas y palabras, y las practicamos, la Palabra de Dios se cumple en nuestra vida.
Si come de este pan, no importa el error que haya cometido, la gravedad de su problema, su nacionalidad o su nivel social y cultural, usted vivirá para siempre y vencerá los malos pensamientos, sentimientos y deseos que hay en su interior. Para poder vencer es necesario luchar y, si es necesario luchar, significa que hay un problema.
Siempre habrá problemas, pero Jesús dijo: “Tened buen ánimo, Yo vencí al mundo y ustedes también vencerán”. Con el Pan Vivo en nosotros, tenemos ánimo y vida.
“… y el Pan que Yo también daré por la vida del mundo es Mi Carne”.
En otras palabras: “Yo no hago acepción de personas, no excluyo a nadie, pero tampoco obligo a nadie a que coma Mi Carne, no obligo a nadie a creer en Mí ni a confiar en Mí”.
¿Usted puede comer o dormir por alguien? Si su hijo o su pareja le dicen que tienen sed, ¿puede beber por ellos y saciar su sed? ¡Imposible! Hay cosas que no podemos hacer por nadie, son intransferibles, así como las responsabilidades espirituales.
Por eso Él nos dice: “Yo doy la vida por todo el mundo, estoy listo para liberar, perdonar, salvar y transformar la vida de todos, pero le corresponde a cada uno comer, creer, aceptar y practicar Mis enseñanzas”.
Yo creo en esta palabra y acepto esta maravillosa promesa, ¿usted cree?
Obispo Julio Freitas