Si la fe es la herramienta de Salvación, la duda es la herramienta de la perdición. Como enemiga número uno de los hombres, la duda es considerada la madre de todos los demás problemas enfrentados por la humanidad. De ella nacen la inseguridad, desconfianza, miedo, tristeza, preocupación, angustia, depresión, etc., sentimientos que promueven una enorme debilidad en el alma humana.
Los espíritus del mal trabajan con la duda a fin de implantar la debilidad en el ser humano para después tomar posesión de su materia. Obviamente, sin el cuerpo humano, su trabajo de matar, robar y destruir estará destinado al fracaso. Pues, ¿cómo podría realizar sus males sin el uso del cuerpo humano?
Un espíritu, por si mismo, no tiene forma de actuar. Solamente el Espíritu de Dios tiene el poder de realizar cualquier cosa sin el cuerpo humano. Él creó todas las cosas antes de la creación humana. Pero los espíritus inmundos no tienen la misma capacidad. Ellos dependen de la “materia humana” para ejecutar sus ideas y pensamientos sucios y nocivos para la propia humanidad.
Solamente el ser humano reúne condiciones para ejecutar sus planes destructores porque tiene un mecanismo para eso. En un asesinato, por ejemplo, el estímulo viene de una fuerza maligna, pero su ejecución es hecha por las manos humanas.
Lo mismo se da en relación a la pedofilia. ¿Cómo es posible que un adulto quiera poseer a un niño inocente cuando hay una infinidad de mujeres disponibles? La causa de esa monstruosidad está en la inspiración y dirección de un espíritu inmundo. Su ejecución está a cargo de su poseído: el hombre.
¿Quién inspira las guerras? Los principados del mal. ¿Quién las ejecuta? Los gobernantes poseídos por ellos. Todos los males, sin acepción, practicados y vividos por la humanidad tienen su fuente en la mente de satanás.
Eso no excluye de ninguna manera la culpabilidad del hombre. A final, él ha sido compañero de satanás en la ejecución de sus ideas. El hombre tiene la voluntad propia para rechazar tales ideas e inspiraciones malignas. Pero para ello necesita usar el poder de la fe. De lo contrario, independientemente de su estrato social, será siempre “burrito”, “caballo” o “aparato” de los espíritus inmundos.
Por tanto, la obra de los espíritus inmundos está sujeta a la decisión del ser humano entre la fe o la duda: optar por la palabra de fe en Dios Vivo o permitir la incredulidad de la palabra de duda.
Para donde se incline su alma, será salvo o estará perdido eternamente.