Mas vosotros no vivís según la carne, sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios mora en vosotros. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de Él. Romanos 8:9
El apóstol Pablo es incisivo en sus declaraciones porque muchos cristianos no eran sinceros en su conversión.
A pesar de que algunos profesaran la fe, aún continuaban entregados a los placeres de la carne e inclinados a las emociones del corazón. Es eso lo que sucede con muchos cristianos que conocen la Palabra de la Verdad, pasan años en la iglesia, pero no logran poner la vida en el centro de la voluntad de Dios.
Viven en la tibieza espiritual y, por eso, no logran recibir el Espíritu Santo. Son los llamados hijos de la carne, que siempre resisten a la Dirección del Espíritu.
Estos están siempre involucrados en contiendas y viven murmurando o quejándose de la iglesia, del pastor y de los demás.
Además, nunca están satisfechos con nada y siempre encuentran un motivo para criticar. Algunos intentan engañar a otros o engañarse a sí mismos diciendo que están llenos del Espíritu Santo, pero sus actitudes revelan su verdadera naturaleza (Juan 8:47).