Conciliar los estudios, el embarazo y la vida profesional no es una tarea fácil. Para realizar este trabajo se necesita mucho sacrificio, renuncia y hasta la interrupción de sueños, aunque sea por un tiempo. ¿Está dispuesta a enfrentar tantos desafíos al mismo tiempo?
¿Y cuando el embarazo sucede “inesperadamente”, en el momento en que la joven o mujer está estudiando? Fue exactamente lo que sucedió con la supervisora de ventas Andreia Arantes Suyama Antunes (foto de abajo), de 34 años, casada hace 16 años. Ella quedó embarazada de su primera hija, hoy de 15 años, cuando terminada los estudios secundarios.
“Al comienzo, creí que sería fácil. Terminé el colegio, ella nació y yo continué con mi vida. Recibí mucha ayuda de mis familiares. Sin embargo, cuando cumplió 4 meses, con el corazón en la mano y llorando mucho, decidí dejarla en una guardería y le di continuidad a mi vida de trabajo y estudios. Con toda esa rutina, yo veía muy poco a mi bebé”, recuerda, explicando que trabajar y estudiar también eran sus prioridades, pero ajustar todo fue muy complicado.
“En una determinada época le di prioridad a mi casa y disfruté mi familia tiempo completo. Eso duró dos años, después decidí volver a trabajar y estudiar nuevamente. Comencé un curso de especialización en moda y después de seis meses estudiando descubrí que sería madre por segunda vez”, describe.
Andreia pudo terminar el curso y, después de tener a su bebé se esforzó para estar más tiempo a su lado, apenas pudo retomó los estudios y logró otro título. “Hoy él tiene tres años y medio. Yo lo dejo en el colegio y mi marido lo retira. Creo que priorizar 100% los hijos, la casa y el marido es extremadamente importante y el mundo ideal, pero tampoco podemos dejar de lado todo lo demás “, dice.
Madre de tiempo completo
Por otro lado Almira de Souza (foto de abajo) es madre de cuatro hijos, se graduó en dos universidades – es pedagoga y profesora de historia – y tiene solo 40 años. Ella garantiza que hoy es una mujer realizada. Pero durante un largo período tuvo que poner sus sueños y planes profesionales en un baúl y enterrarlos, sin saber si iría o no a tener capacidad de un día realizarlos.
Según cuenta, ella quedó embarazada por primera vez cuando era joven – a los 17 años – y las otras gestaciones fueron sucediendo en un espacio de tiempo muy corto. Por eso, Almira tuvo que renunciar a todo: estudios, sueños, carrera, ya que su prioridad era cuidar a sus hijos y ellos dependían exclusivamente de ella.
Económicamente no fue fácil, porque el marido siempre trabajó mucho por el bien de la familia. Ella garantiza que, por su parte, ejecutaba de la mejor manera su papel de madre. “Fue una elección que hice, de la cual me enorgullezco mucho, pues verlos hoy encaminados es muy gratificante y yo me arreglaba como podía: les hacían pan casero, yogures, pero estaba allí, acompañando su infancia, ayudándolos cuando se enfermaban, con las tareas escolares, viendo caer su primer dientito y todo lo demás”, relata.
Ella decidió volver a estudiar en el 2006, después de que los niños ya estaban más independientes y lo mejor de todo es que tuvo el apoyo de su marido y de sus hijos. Ella fue a la lucha. “Hoy trabajo en el área de educación. Mis hijos ya están grandes, encaminados y tengo dos hijas que ya están en la universidad. Creo que todos andarán por el camino del éxito” destaca.
Entre el futuro y el presente inmediato
Patricia Barboza, una de las columnistas del blog de la escritora y conferencista Cristiane Cardoso, está acostumbrada a lidiar con diversas situaciones relacionadas a las mujeres. Según explica, para muchas mujeres, ser madre no era un plan a corto plazo, otras ni siquiera consideraban la idea, pero muchas se ven en un callejón sin salida frente a un embarazo inesperado y el proyecto de vida en curso.
¿Y ahora? ¿Qué puede hacer? ¿Cómo conciliar el tiempo, la energía y, principalmente, la atención que un bebé necesita? Patricia aconseja que “el primer paso es entender que la vida nunca más será la misma. Renunciar es algo singular de la maternidad y la responsabilidad recae exclusivamente en los padres. Aunque existan personas que ayuden en esa tarea”, explica.
En los primeros años de vida del niño, época en que la persona es formada, es imprescindible la presencia física de los padres, principalmente de la madre, que suple de forma física y psicológica las necesidades del bebé, no hay sustituta, ni “madre de reserva”, resalta Patricia. Ella da un consejo: defina prioridades. Existen momentos que pueden ser pospuestos o retomados posteriormente. Sin embargo, la primera infancia de un niño no se rebobina o se suple más adelante”, dice.
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