Al hablar de Tomás el primer pensamiento que se nos viene a la cabeza es que necesitó tocar las heridas de Jesús para creer que resucitó (Juan 20:24-28). Pero, ¿él realmente fue incrédulo?
Cuando Jesús se le apareció a los otros apóstoles, y Tomás no estaba, a ellos también les costó creer que era Jesús resucitado. Aun viendo las marcas de Cristo, ellos no creyeron. Era para tanto que Jesús tomó un trozo de pescado y un panal de miel, y comió delante de ellos, para que pudieran creer que Él estaba allí (Lucas 24:36-43).
Tomás quizás tuvo hasta más fe que los demás apóstoles, porque vio, tocó y creyó, mientras que los otros, incluso tocándolo, no creyeron.
Este apóstol es un ejemplo de que nuestra fe debe basarse en lo que no se ve. Es eso lo que Dios espera de cada uno de los seres humanos, que aun sin ver a Cristo, crean que Él murió por cada uno de nosotros, resucitó y hoy está junto al Padre. Por lo tanto, Le dijo a Tomás: “… bienaventurados los que no vieron, y creyeron.”, (Juan 20:29).
Es también un ejemplo para todos los días, cuando no vemos inmediatamente el resultado de una acción, pero estamos seguros de su importancia. Un ejemplo de eso es cuando le pedimos perdón a alguien, pero no vemos en la persona un cambio, sin embargo, sabemos que ese acto de humildad puede generar en ella una transformación de vida. Es una actitud de fe.
Tomás creía tanto en Jesús, que prefería morir por Él que vivir sin Él. Fue el único apóstol que estuvo dispuesto a regresar con Cristo a Betania, en el momento de la muerte de Lázaro, aun sabiendo que los judíos Le habían jurado la muerte (Juan 11:16). Solamente él estuvo a favor de Jesús cuando quiso regresar para ver a su amigo.
¿Estamos dispuestos a ayudar a las personas, a estar con amigos, aunque eso signifique anular nuestra propia vida? Jesús necesitaba ir hasta el cuerpo de Lázaro para que las personas pudieran ser testigos del poder de Dios.
Es necesario estar cerca de nuestros amigos y familiares, para ayudarlos, darles un abrazo y, así, con la actitud correcta, mostrar que Dios está dentro de nosotros, con respeto y amor al prójimo.
Tomás fue un ejemplo de fe y compañerismo incondicional para con Jesús. Y es este el ejemplo que nos dejó a cada uno de nosotros.