Es tan común que tengo que escribir sobre esto. El patrón del problema es así:
1-La persona entra en una relación. Comienza todo bien, conquista la confianza de la otra y se van relacionando. El tiempo pasa y del noviazgo empiezan a vivir juntos – que puede significar incluso el casamiento.
2-Extremadamente confiada, la persona tiene actitudes que destruyen la relación. Cuenta una mentira. Coquetea en las redes sociales. Se involucra con otra persona en el trabajo. Se lanza en algún vicio. Agrede al otro en medio de una pelea. Dice palabras horribles para lastimar al compañero. Tiene actitudes de niño en casa. No le presta atención a la relación… En fin, comete alguna tontería digna de un Certificado de Burro.
3-Pierde la relación. El compañero se cansa de perdonar y de darle chances, se deshace de la relación y no quiere saber más sobre esa persona. A veces se va, a veces permanece en la relación pero totalmente frío y cerrado al amor.
4-El culpable, arrepentido, intenta desesperadamente restaurar la relación. Ahora que perdió, él le dice a ella que cambió y que nunca más va a cometer ese error. Quiere que el otro le dé una chance más (de muchas) porque “ahora va a ser diferente”. Le pide al padre, a la madre, a la mejor amiga, al pastor e incluso al perrito para que interceda por él/ella ante el otro para que vuelva. Raramente tiene éxito.
Es como agarrar dos huevos, cascarlos en la sartén y hacer huevos revueltos. Entonces, después de hacerlos, se arrepiente y quiere separar los huevos para hacer que vuelvan a ser líquidos para ponerlos dentro de sus cáscaras. No resulta.
Las personas necesitan entender que ciertas cosas no pueden ser deshechas. Una vez que usted rompió el huevo, nunca más será un polluelo. Si eligió huevos revueltos, no se puede volver atrás y hacerlos cocidos. Nuestras actitudes tienen consecuencias y tendremos con que lidiar con ellas.
“Traicioné a mi mujer con su mejor amiga, le mentí, y en una pelea le dije que nunca la había amado. Pero ahora descubrí que la amo y la quiero de vuelta.”
“Me involucré con un hombre casado, quedé embarazada pensando que dejaría a su esposa por mí, pero me dejó sola. Quiero ser feliz. Quiero a alguien que me ame de verdad.”
Si usted mezcla los huevos, va a tener que aprender a que le gusten los huevos revueltos. No quiere decir que nunca más podrá ser feliz ni que no tendrá chances de rehacer su vida amorosa con ese alguien u otra persona. Siempre que las lecciones sean aprendidas y las actitudes cambiadas, todo es posible. Pero aquellos huevos originales nunca más volverán.
Es eso lo que usted tiene que tener en mente antes de cascar los huevos.
Busque ayuda mientras haya tiempo.
Extraído Blog Obispo Renato Cardoso
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