“Pero desecha las cuestiones necias e insensatas, sabiendo que engendran contiendas.” (2 Timoteo 2:23)
He aquí un consejo muy ignorado. Un consejo milenario. Hay mucha tontería en este mundo. Existen personas cuyo placer es discutir inútilmente. Por lo visto, es un problema antiguo. El consejo de Pablo a Timoteo debería ser escrito en el espejo del baño, para ser recordado ni bien comienza del día.
Rechace las cuestiones insensatas y absurdas. Solo crean discusiones y problemas.
Solo llevan a conversaciones inútiles. Sea respecto a alguien, sea respecto a los acontecimientos, a hechos, a suposiciones, a la Palabra de Dios e incluso a la fe. Es inútil discutir con quien no quiere aprender. Es gastar tiempo precioso, que podría ser usado para enseñarles a los sinceros. El apóstol Pablo le aconseja a Timoteo que evite las tonterías y que no tire su tiempo a la basura: “Recuérdales esto, exhortándoles delante del Señor a que no contiendan sobre palabras, lo cual para nada aprovecha, sino que es para perdición de los oyentes. Procura con diligencia presentarte a Dios aprobado, como obrero que no tiene de qué avergonzarse, que usa bien la palabra de verdad. Mas evita profanas y vanas palabrerías, porque conducirán más y más a la impiedad.” (2 Timoteo 2:14-16)
En el libro anterior, también le había dado un consejo similar: “Oh Timoteo, guarda lo que se te ha encomendado, evitando las profanas pláticas sobre cosas vanas, y los argumentos de la falsamente llamada ciencia, la cual profesando algunos, se desviaron de la fe.” (1 Timoteo 6:20-21). Tamaña insistencia debe tener un buen motivo. Mantenga su fe pura. Guarde lo que le fue confiado. Sigamos el sabio consejo milenario.
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Evite conversaciones sobre cosas vanas.
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Fuente: Libro “El Pan nuestro para 365 días”, del obispo Edir Macedo
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