Es común ver a personas que antes amaban sus actividades, perder el placer por hacerlas. A partir de ese momento, comienzan a hacer todo por obligación.
Es peor cuando ese cansancio se da en la vida espiritual. Ahí el yugo suave del Señor Jesús, pasa a ser un trabajo arduo y extenuante. Servirlo deja de ser una honra para convertirse en un peso. No existe mayor señal que esa para mostrar que algo está mal en la relación con el Altísimo.
Hay gente que trabaja con tanta mala voluntad que deja entrever que el llamado divino arruinó su vida. Ella debería estar feliz por ser una escogida, pero vive como si todos sus planes hubieran sido frustrados por Dios.
En un versículo bíblico, Dios instruye a que la vestimenta sacerdotal sea únicamente de lino (Ezequiel 44:17-18). Sabemos que el lino remite a la justicia y a la pureza. Cuando el Señor vetó que las prendas fueran hechas con lana, justificó su elección diciendo que causaban sudor. Si los sacerdotes tuvieran mal olor, representarían mal a la obra de Dios.
En el sentido espiritual, si en algún momento sudáramos para hacer algo, significaría que la obra de Dios dejó de ser un acto voluntario y placentero. Así, Él dejará de actuar a través de nosotros, a pesar que conservemos el título terrenal de siervos. Pues, ese sudor, representa todo lo que está siendo hecho en la carne.
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