Lo vigilan todo el día, conocen todos sus movimientos. Estuvieron días espiándolo, saben qué es lo que hace y lo que no. Incluso lo siguieron al supermercado, al banco, saben que cobra una jubilación en euros.
Hasta que llega el día del golpe, con dos parece ser suficiente, es momento de preparar todo. De noche parece ser el momento más propicio para entrar a la casa. Si está dormido, no va a ser difícil llevarse todo sin que se dé cuenta y si se resiste… El problema va a ser cuando no quiera decir dónde esconde los euros, se hará lo que se tenga que hacer para que hable.
Esta parece ser la nueva (no tan nueva modalidad) de los delincuentes que en la desesperación de su condición roban a ancianos. Una siniestra modalidad que recurre a las torturas incluso en pos de conseguir lo que desean.
Muchos delincuentes creen que los ancianos esconden el dinero, pero en realidad no tienen nada, es por eso que terminan torturando a los ancianos hasta llevarlos a la muerte.
Sin piedad
Durante este año varios fueron los casos que resonaron, sacando a relucir lo peor de la naturaleza humana.
Ramón Fonseca e Iris Tissera fueron víctimas de un robo violento, si bien los dejó con serias marcas físicas y psicológicas, sobrevivieron. Sin embargo, el 16 de enero, Rodolfo Coñieunau un hombre de 78 años, fue hallado muerto en su casa de Rafael Castillo. La culpable del crimen fue una joven de 20 años, que lo habría seducido para robarle, el hombre, murió después de una sucesión de golpes en la cabeza. El anciano fue hallado maniatado a una silla, con el torso desnudo, solo le robaron 400 pesos.
En febrero de este año, mientras intentaba entrar a su casa Mario Daniel Herrera, de 71 años, fue sorprendido por ladrones en la localidad cordobesa de Villa Allende. Después de intentar resistirse al asalto, uno de los delincuentes lo apuñaló en el cuello y murió en el acto.
Aldo Echeverría fue asaltado sobre la calle 23, en marzo. Los dos asaltantes, lo obligaron a entrar a su casa, le pegaron un culatazo en la cabeza y se escaparon.
El martes 28 de marzo, Ramón Fonseca, de 88 años, y su esposa Iris Tissera, de 80, sufrieron un robo en Las Varillas, Córdoba. Los ladrones golpearon en la cabeza a Fonseca, que debió ser internado en terapia intensiva.
Los hechos violentos continúan sumándose, Fermín Rodríguez, de 78 años, fue sorprendido por ladrones mientras dormía en su casa a 17 kilómetros de Rosario. Lo despertaron a golpes pidiéndole una suma de dinero que había cobrado días atrás y también fue internado en terapia intensiva.
El último caso fue la salvaje golpiza que recibió una pareja de jubilados en Lomas de Zamora, después de que le robaran todas sus posesiones. A las 2 de la madrugada, forzaron una reja que da al fondo, ingresaron sigilosamente, despertaron a los ancianos, les pidieron el dinero y los objetos de valor. En medio de gritos y forcejeos, los delincuentes golpearon a las víctimas durante las cuatro horas que estuvieron en la casa. Además, los delincuentes, mientras los torturaban, comieron y bebieron a voluntad. Los atacaron con una navaja, les dieron trompadas y patadas, aun estando en el piso.
El hombre sufrió una fisura en una costilla, una fractura de un maxilar y recibió cortes en el rostro, mientras la mujer terminó con su cara llena de moretones por los golpes de puño que recibió.
El nacimiento de los malos ojos
El obispo Macedo en su blog nos habla del por qué vivimos en una sociedad signada por la violencia. “Mientras obedecían a Dios, Adán y Eva vivían en perfecta armonía y paz en el Jardín del Edén. La muerte no existía, los animales no dependían de la carne para sobrevivir porque su sustento y el de los humanos venía solo de los frutos de la tierra. Para mantener esa condición, era necesario solo permanecer en la obediencia.
‘Y mandó el Señor Dios al hombre, diciendo: De todo árbol del huerto podrás comer; mas del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás; porque el día que de él comieres, ciertamente morirás.’, (Génesis 2:16-17).
Esa muerte cierta no sería inmediata. Vendría lentamente, con sufrimiento y dolor. La rebeldía a la Palabra de Dios les costó la vida, no solo le trajo la muerte física al mundo, sino la muerte de su pureza y comunión con Dios.
Hasta entonces, todo era puro a los ojos de ellos, pero la ingestión del fruto del conocimiento del bien y del mal cegó la visión de los buenos ojos e hizo nacer la visión de los malos ojos. Y todo lo que era puro a sus ojos se tornó impuro.
‘Entonces fueron abiertos los ojos de ambos, y conocieron que estaban desnudos; entonces cosieron hojas de higuera, y se hicieron delantales.’, (Génesis 3:7)
Los malos ojos generan la mayor y peor maldición que existe: las dudas. Sin saber sobre la existencia del mal o del bien, guiándose solo por la obediencia a Dios, no había duda alguna y, consecuentemente, no había miedo, preocupaciones, ansiedades o debilidad. El árbol del conocimiento del bien y del mal era, en realidad, una ‘planta de duda’. Ese era el sabor de su fruto”.
La duda solo existe porque hay, por lo menos, dos elecciones. Y sin pautar sus elecciones por la obediencia a Dios, el ser humano nunca sabe qué hacer. Las dudas generan miedo, que genera preocupación, inestabilidad, debilidad, depresión, etc. En la inocencia del niño no existe el elemento duda. Sus ojos puros hacen que todo parezca puro. Esa era la condición de Adán y Eva antes de que desobedecieran a la Palabra de Dios.
El Jardín del Edén no era en otro planeta, existía en este mismo planeta en el que vivimos, es posible retornar a los orígenes aquí mismo. Pero, ¿cómo transformar los ojos malos en buenos y traer de vuelta la pureza original? Solo existe un remedio: la muerte y sepultura de la vieja naturaleza y el nuevo nacimiento efectuado por el Espíritu Santo por medio de la fe practicada en el Señor Jesús.
Solamente el Espíritu del Altar tiene el poder de generar una nueva vida, una nueva criatura, completamente diferente a la criatura anterior. Solamente Él es capaz de convencernos del error y operar en nosotros el verdadero arrepentimiento y la muerte de la vieja naturaleza, para que podamos nacer de nuevo. Una nueva mente, una nueva manera de pensar, actuar y reaccionar. Una vida basada completamente en la Palabra del Dios Vivo.
Los buenos ojos nos llevan a la obediencia a la Palabra de Dios y de vuelta a un lugar en el que no hay espacio para duda. Una vida en la que no hay miedo a perder. En la que hay problemas, sí, pero no traen preocupaciones, ansiedad, depresión y desánimo. Porque la pureza genera certeza y confianza. Podemos contar con la protección de Dios que guerrea nuestras guerras. Con la vida por entero en el Altar, volvemos a vivir en el Jardín que Él preparó para nosotros.
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