Cuando una persona busca vivir de acuerdo con las leyes establecidas, no imagina que, de repente, pueda ser privada de la libertad. El mexicano Etimosen Bello Vera (foto de abajo) tenía una familia unida. Durante años trabajó y conquistó un patrimonio.
Sin embargo, de un momento a otro, uno de los clientes de su empresa lo procesó y terminó condenado y preso, quedando recluso por casi 2 años. “Fue el inicio de los peores años de mi vida”, cuenta Etimosen, que afirma haber ido preso injustamente.
En la cárcel, se sentía impotente al pensar en su esposa e hijos, que aunque permanecieron unidos frente al acontecimiento, luchaban para mantener los negocios de la familia, pero, lamentablemente, terminaron perdiéndolo todo.
Vivió en cuerpo y alma el sufrimiento de estar encarcelado, así como viven hoy los casi 8 mil detenidos del Reclusorio Sur (Penitenciaria Sur) del Distrito Federal (México), donde Etimosen pasó días de amargura.
Fue allí también que, en el final del mes pasado – por primera vez en la historia de México – una iglesia cristiana fue instalada dentro de una cárcel. En un lugar simple, sin embargo, santo. En la pared principal, las palabras “Jesucristo es el Señor” anuncian un Nombre capaz de cambiar vidas, transformar lágrimas en profunda alegría, cambiar el curso de cualquier situación.
Y no es de hoy que esta iglesia, la Universal, ha trabajado en favor de estas personas. Desde hace muchos años realiza un intenso trabajo de evangelización en unidades penitenciarias, inclusive en la Penitenciaria Sur, llevando mensajes de vida y esperanza a aquellos que, por diversos motivos, terminaron marginados.
Etimosen conoció la Universal cuando ya estaba en libertad. Oyó la Palabra de Dios, que le dio fuerzas y motivación para cambiar de vida. Aprendió a usar la fe y, como consecuencia, tanto la vida de él como la de la familia fue restaurada, en todos los aspectos. Desde entonces, le nació el deseo de llevar esa misma Palabra de fe, esperanza y Salvación a los ex-compañeros de prisión. La misma que cambió radicalmente su vida.
Luchó junto a las autoridades penitenciarias para que esta iglesia fuese abierta, inclusive, apoyó económicamente para que ese sueño se convirtiera en realidad.
La Universal inició su trayectoria en México en 1992, inaugurando el primer templo en el barrio San Cosme, también en el Distrito Federal. Llena de historias de luchas y persecuciones, no se desanimó ante los ataques sufridos en todos estos años. El obispo responsable por el trabajo en el país, Paulo Roberto Guimarães (foto de abajo), recuerda esos momentos.
“Sufrimos muchas persecuciones, discriminación, tuvimos pastores presos y deportados por predicar el Evangelio. Fueron muchas barreras las que tuvimos que vencer y, cuando llegamos a México, había solo 26 iglesias, muchas habían sido cerradas, pero, gracias a Dios, vencimos los obstáculos y, hoy, con la ayuda y la dirección del Espíritu Santo, contamos con 170 templos en toda la república mexicana. Por eso, la primera iglesia cristiana dentro de un presidio es motivo de gran alegría para todos.”
Compañía de fe
El obispo destaca que la preocupación de la Universal siempre fue y será salvar y reintegrar a esos individuos a la sociedad. “Es un sueño de la fe que se convierte en realidad, un día muy esperado que Dios hizo posible. En este nuevo lugar, las personas afligidas encontraron en Dios refugio y libertad y, por medio de la fe, aprendieron a vencer cualquier obstáculo.”
En la reunión inaugural, agradeció a Dios, en primer lugar, por una puerta más abierta, y por la presencia de todos, inclusive del ex-detenido Etimosen.
El obispo agradeció también por la presencia del director del Departamento de Tratamientos Auxiliares del Presidio Preventivo Varonil Sur, Pedro Flores García, que elogió el empeño de la Iglesia en el apoyo al encarcelado.
“El trabajo hecho por ustedes con los internos es magnífico, ya que muchos están perdidos espiritualmente y necesitan reencontrarse consigo mismos. Espero que rinda frutos y se extienda a las demás cárceles del país”, resaltó García.
Los detenidos y el director de la Penitenciaría Sur fueron agasajados con la segunda edición de la trilogía “Nada que Perder” (foto de arriba), la autobiografía del obispo Edir Macedo.
(*) Con informaciones de la Universal de México.
[fotos foto=”Cedidas por la Universal de México”]
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