En un mundo tan competitivo, la búsqueda de un espacio profesional es cada vez mayor. La rapidez con la que todo sucede da la sensación de que el lado cristiano no puede ejercitarse en la actividad profesional y empresarial. Para los que creen en la Palabra de Dios, la Biblia habla de hombres que, con su fe y perseverancia podrían ser, actualmente, ejemplos de grandes emprendedores.
José, llevado al exilio por los celos de sus hermanos, terminó como prisionero de sus enemigos. El joven fue forzado a sumarse a Egipto, pero allí logró infiltrarse en la corte, usar sus influencias con el Faraón y traer a su familia para que viviera con él.
Dios nos da talentos y dones que pueden ayudarnos en nuestra caminata rumbo a la felicidad a Su lado. Nos cabe a nosotros usarlas. Mientras José estuvo en la prisión, el Faraón fue atormentado por sueños que nadie podía interpretar. El jefe de los coperos le contó al Faraón sobre un hebreo con el que convivió en prisión, capaz de interpretar sueños. Así, José interpretó los sueños del Faraón y lo convirtió en Gobernador, un puesto poderoso, sometido únicamente a la autoridad del Faraón.
Hoy, un emprendedor tiene que tener las características de José: debe ser perseverante y comprometido, saber escuchar para aprender, planear, calcular riesgos, establecer metas y monitorear sistemáticamente sus operaciones.
El emprendedor debe aprovechar las habilidades dadas por Dios y también buscar la inspiración divina. ¿Cómo lograrlo? A través de un pacto con el Señor Jesús, como el que hizo Adriana Chirino, que logró convertirse en una mujer realizada en todas las áreas de su vida, el secreto radica en aprender a usar la fe de manera inteligente.
Ella estaba depresiva por problemas sentimentales. Luego de su separación se acercó a la Universal. Participó de las reuniones, no fue sencillo, pero perseveró y su visión cambió. Descubrió que era posible visualizar una vida diferente y comenzó a tener proyectos para progresar.
“Fui libre de lo que me hacía infeliz y me fortalecí espiritualmente. Pasé a creer en el Altar, en lo que los pastores enseñaban. Hice un pacto con Dios y todo fue cambiando. Emprendí mi propio negocio, una tienda de ropa, al mismo tiempo cuidaba con amor y dedicación a mi hija.
Mientras seguía creyendo y confiando en Dios, salí adelante y me realicé en el área amorosa. Gracias a Dios tengo una vida completa, todo cambió al cien por ciento”, afirma sonriendo.
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