Cuando Magdalena y Juan se conocieron, creyeron que podían ser felices juntos, pero lo que comenzó como una historia de amor fue interrumpido por los problemas que aparecían sin cesar. La dificultad para relacionarse con los hijos de Juan hacía que ella se sintiera frustrada. Además la familia de él no la aceptaba, se sentía despreciada. Las quejas por la falta de atención, los celos y los malentendidos eran algo constante. De repente, ella enfermó de gastritis severa y no podía ingerir alimentos ni tomar agua. “Debía tomar seis pastillas por día, eso me llevó a un estado depresivo muy grande. Estaba muy nerviosa y no tenía más ganas de vivir”, cuenta ella.
Juan fue perdiendo clientes y su empresa se fue a la quiebra dejándole muchas deudas. Esta situación lo llevó a un pozo depresivo, no tenía ni fuerzas ni ánimo para luchar para buscar una salida. Los problemas golpearon dura y cruelmente la vida de esta familia, ellos afirman “llegamos a perder todo”. No podían pagar el alquiler del departamento donde vivían, se vieron obligados a mudarse a la casa de un familiar.
“Nos sentíamos frustrados y desesperanzados. En esos momentos mi hermana me invitó a la Universal”, recuerda Magdalena. Ella aprendió a usar su fe, Dios no tardó en manifestar Su poder para cambiar su situación.
A tan solo una semana de comenzar a participar, las puertas laborales comenzaron a abrirse, y con perseverancia fueron cambiando de vida.
Hoy en día Magdalena está sana, ambos fueron libres de la depresión, conquistaron su casa, un auto y saldaron todas las deudas. La fe hizo posible que volvieran a abrir la empresa. “Dios transformó nuestras vidas por completo”, afirman sonriendo.
Ellos concurren a la universal en San Martín 1143, Rosario
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