Jéssica Ocampo a través de la fe conquistó bendiciones familiares, económicas, fue libre del tormento espiritual que sufría, no obstante, había un vacío en su interior que nada lo llenaba. Ella tuvo una oportunidad de tenerlo todo, de ser feliz, era la chance de recibir el Espíritu Santo y decidió aprovecharla.
“Era una chica con traumas, dolores, enfermedades y con odio en mi corazón, sí, odiaba a mis padres porque en mi casa me maltrataban. Recuerdo las agresiones, la violencia y la miseria. Eso me hacía vivir nerviosa, era agresiva, antipática y no tenía ganas de vivir.
Cuando llegué a la iglesia fui liberándome del pasado y de los pensamientos de suicidio, las cosas iban cambiando, solo que el vacío que sentía en mi interior seguía estando. Entonces, escuché hablar del Ayuno de Daniel. Era mi oportunidad de ser feliz con el Espíritu de Dios, entonces me decidí a sacrificar mi voluntad y hacía todo lo que me indicaban en las reuniones para que Dios me llenara con Su Espíritu.
Creía que podía experimentar ese cambio que necesitaba, por eso, participaba de las reuniones de los domingos y miércoles, oraba de madrugada y leía más la Biblia. Estas actividades permitieron que fuera transformada y en los últimos días de este propósito recibí el Espíritu Santo. Valió la pena el sacrificio y la entrega a Dios. Hoy soy feliz porque cambié por completo. Desde ese día quiero que todos conozcan el poder del Espíritu de Dios”, cuenta Jéssica y sonríe porque ya no es más la misma persona, el Ayuno de Daniel marcó un antes y un después en su vida.
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