El terremoto que sacudió a Japón el pasado viernes 11 de marzo no sólo provocó un tsunami que afectó a buena parte de los países que tienen costa en el Océano Pacífico. Varios de los reactores nucleares que abastecen de energía al país nipón sufrieron graves daños, que podrían ocasionar más muertos que los 6.900 declarados hasta el cierre de esta edición.
Desde el devastador terremoto, las explosiones e incendios se han sucedido en la central de Fukushima Daiichi. Al día siguiente del sismo, se produjo la primera explosión en la planta, en su reactor número 1 (el primero que mostró problemas de calentamiento y elevada presión), que aparentemente sólo produjo daños en el edificio.
La madrugada del domingo al lunes, fue el reactor número 3 el que registró una explosión de hidrógeno. Durante la madrugada del martes, el reactor número 2 sufrió una nueva explosión (a las 6:10 del martes en Japón). Unos minutos después, registraba una explosión en el número 4 y, tres horas después, se declaró un incendio en este edificio.
Durante la noche del miércoles, han sido de nuevo los reactores 3 y 4 los que han mostrado problemas.
En el caso del reactor 2, los daños parecen especialmente importantes. Según reconocieron las autoridades niponas al OIEA, la estructura primaria de contención (una estructura de acero y hormigón preparada para frenar una posible fuga radiactiva) se vio dañada y es posible que también haya daños en la vasija del reactor.
Los reactores más dañados
Los reactores 3 y 4 han mostrado nuevos problemas. Durante la mañana del miércoles 16 mañana, a las 5:45 hora de Japón, se declaró un nuevo incendio en el reactor 4, el único de los problemáticos que estaba parado por mantenimiento cuando se produjo el terremoto. La compañía eléctrica que gestiona la central, Tepco, ha reconocido que el estado de este reactor es “crítico”.
Sólo unas horas después (a las 8:34 en Japón), comenzaba a salir humo blanco del edificio del reactor 3, el único de la planta en el que se utiliza plutonio, mucho más nocivo que el uranio. Las autoridades niponas reconocieron daños en este reactor, del que podría estar saliendo vapor radiactivo.
Las explosiones e incendios en ambos reactores han dejado sin agua la piscina de la unidad número 4, mientras que la unidad 3 presenta daños similares a los que el martes se confirmaron en la estructura de contención del reactor 2. Al igual que es necesario enfriar el combustible del núcleo en los reactores que sufrieron una súbita parada con el sismo, las barras de combustible gastado necesitan estar cubiertas de agua para enfriarlas. Si no se baja la temperatura de estas varillas, podrían dañarse y emitir sustancias radiactivas.
El ministro de Defensa nipón ha anunciado que planeaban arrojar agua sobre la unidad 3. Asimismo, las autoridades también se disponen a arrojar agua mediante cañones sobre la unidad 4 y posiblemente también sobre el 3.
Posibles riesgos
Para comprender el peligro que se genera ante una fusión nuclear, se debe primero hacer un repaso por los componentes de un reactor.
En su núcleo se encuentran las barras de combustible nuclear, que pueden ser de uranio o plutonio, entre otros tantos materiales. Cuando esas barras se sobrecalientan pueden fusionarse, liberando una gran cantidad de energía y radiación de rayos gamma, que provocan graves daños a la salud.
Si bien el gobierno japonés ha dicho que el nivel actual de radiación en Tokio no pone en peligro la salud, en dosis elevadas el riesgo para la población llega básicamente por dos vías: una es la inhalación y la ingesta de comida y líquidos contaminados. En el caso del accidente nuclear de la planta ucraniana de Chernobyl, en febrero de 1986, los principales “contribuyentes” a las enfermedades desarrolladas por los habitantes de la región fueron el yodo–131 y cesio–137 que “envenenaron” los alimentos. Son los mismos elementos encontrados en el exterior del complejo de Fukushima y que pueden haberse propagado hacia Tokio, donde se observó un aumento en el nivel de radiactividad.
Si las dosis elevadas de radiación se ponen en evidencia en cuestión de días, las pequeñas no son inocuas. “Pueden activar cadenas de hechos que conduzcan al cáncer y a lesiones genéticas”, afirma el informe internacional del Comité Científico de las Naciones Unidas sobre Efectos de las Radiaciones Atómicas (UNSCEAR) editado en 1985. La diferencia en todo caso es que las dolencias podrán tardar años en aparecer y las malformaciones se manifestarán en generaciones futuras.
¿Cuáles son las “dosis” que una población puede tolerar sin correr riesgos de muerte inmediata? Según los expertos, hay una medida: “Entre 3 y 5 gray (unidad de absorción de radioactivos en tejidos vivos) se puede decir que es de 50% la mortalidad entre individuos expuestos”, reveló el doctor Juan Carlos Giménez, especialista en radiopatología y director del Instituto de Medicina y Radiomedicina. Sostuvo que la “descarga” de yodo–131 y cesio–137 por fuga radioactiva puede, según las magnitudes, producir cáncer de tiroides. “Esto se vio después de Chernobyl”.
Los ciudadanos de naciones nucleares asisten asombrados al desarrollo de la tragedia. Para los expertos, no es posible hablar de niveles de exposición “seguros”.
Y de hecho, hoy se vuelve a discutir cuál es el umbral de lo tolerable en el año que un ser vivo puede recibir. En niveles de 3 a 5 gray, pueden afectarse la médula ósea, los órganos reproductores y los ojos. En los niños, dosis más pequeñas pueden interrumpir el proceso de crecimiento. Lo cierto es que si a dosis altas hay un destino fatal a corto plazo en parte importante de las personas afectadas, en bajas dosis el problema aparece a largo plazo con el cáncer de tiroides, de mama y de pulmón.
Sólo con el correr de los días se podrá determinar la magnitud de los daños que provocaron el terremoto y el tsunami, y lamentablemente, con el paso de los años, se verán las consecuencias del accidente nuclear que está afectando a Japón.
Fuentes: El Mundo, Clarín – Fotos: EFE